Pa' Maracaibo nos Fuimos... Y esta vez no en Frijolito!
- Sully Torres
- Feb 25, 2017
- 7 min read
Publicista y mecánica… ¡porque sí!
Por Sully Torres
Algo que me encanta, al igual que mi querida, hermosa y valiente amiga Ileanna es ¡viajar y comer! Siempre he dicho que deseo ser millonaria (obvio, cualquiera lo quiere) pero, la diferencia de mi petición con respecto a otros, tal vez, es que no deseo el dinero para echármelo en joyas, carteras de marca, zapatos o ropa sino, para invertirlo en estas dos cosas mencionadas en la primera línea. Comer es un placer, un tiempo único e íntimo, donde descubro sabores a través de mi paladar y olfato, en donde cada plato tiene un cuento y una energía, además de que si todo esto se acompaña descubriendo lugares, esos recónditos que tienen historias y un fogón maestro que prepara cada alimento per sé con su propia magia, muy seguramente, cuando haya pasado el tiempo y uno se tope en el camino con otro plato similar al que probaste en ese inesperado espacio no famoso, será la conexión neuronal y bucal la que lleve de forma inmediata, a un viaje en el tiempo, haciendo recordar lo que se comió, casi que en vivo y degustando imaginariamente, el mismo sabor archivado solo en el recuerdo.
¡Y viajar!, qué tema… así sea en camello (no tanto, la comodidad es muy bien recibida); el punto es que conocer tradiciones, culturas, gastronomías, bailes, música, gente diferente, es toda una experiencia vivencial, única y eterna. Sea en camello o dentro de un avión mono hélice, para mí, el viajar, ¡es la magia pura de la vida! Amo la película de Julia Roberts, y seguramente si leo el libro, ¡lo amaré más aún! Viajar es crecer, es cultura, es agrandar tu pensamiento y valorar en donde habitas, a pesar de todo lo que pueda ocurrir a tu alrededor y que no te guste pero, justamente es eso lo que te saca de tu zona de confort y te hace reflexionar.
He tenido la fortuna de recorrer el globo mas, nunca he hecho un viaje mochilero. Viendo la valentía de Ile, no se puede negar el deseo de copiar su fórmula, de inspirarse y de tomar los peroles y arrancar en “Fa”, “sin freno” y como “botellazo de loco” (como decimos en Venezuela) hacia un viaje inesperado, sin mapa y lleno de aventuras, en donde obviamente las sorpresas y los inconvenientes pueden estar a la orden del día. Podría contar muchas peripecias que me ocurrieron en viajes diplomáticos, por vacaciones o por situaciones inesperadas, tragicómicas, cómicas, vivenciales, reflexivas, duras, divertidas, originales, dramáticas, muy dramáticas, difíciles, felices, muy felices. Realmente viajar a otros lugares es como un símil de la vida, es el “vivir la vida” (algo redundante) con una intensidad de emociones que nutren el alma y te marcan, para bien o mal.
Leyendo “Sin aceite en el motor conocí Downtown Yuma” no puedo evitar recordar un viaje que hice por trabajo a Maracaibo, junto a mi socia Rosaura, en donde un cliente haría una exposición y nosotras como su agencia de publicidad de gran confianza, se comprometió a montarle el stand en la “tierra del Sol amada”. Yo no conocía Maracaibo ni la vía, solo el trayecto hasta Lara, y de ahí en adelante pues, ¡la aventura! En tiempos del chavismo recalcitrante, siendo nosotras ultra opositoras, no medimos riesgo y nos echamos el viaje por carretera para cumplir profesionalmente, cual “niñas exploradoras” y con el corazón en la boca, con nuestro cliente. Mi carro de ese tiempo, un Ford Laser 1.8 modelo GXLI full equipo, sincrónico y cuatro puertas, era el niño de mis ojos. De verdad, ¡tremendo carro! Salimos desde San Antonio de los Altos (Miranda) de madrugada y comenzamos a “rodar y rodar”.
Todo fue perfecto en la vía: algo de lluvia, luego calor, los idiotas imprudentes que no faltan nunca, los accidentados, las alcabalas, los matraqueros de la Guardia Nacional y sus semejantes, los pueblos, la gente, el verdor, la venta de casabe, granos, queso, cachapas, chivos y, ¡las bombas de gasolina sin combustible! pero eso sí, los baños, ¡impecablemente asquerosos!.. en fin, toda una selva interesante que ver en cada kilómetro recorrido. Luego de unas cuantas horas de carretera llegamos a nuestro destino, como a golpe de 6:00p.m y mas perdidas que “el hijo de Lindbergh”, porque no sabíamos, luego de pasar el puente, por dónde había que agarrar mas, ¡lo logramos!
Al día siguiente, hicimos nuestro trabajo y al terminarlo, nos regresamos al hotel, y mi carro estupendo hasta que… ¡caímos en una de esas maravillosas troneras que de broma no llegamos hasta la India! Luego de recordarle y mentarle a todos los del régimen chavista, a cada una de sus madres y de sus familiares, pasé a la etapa de consuelo sobando mi volante en medio de palabras de aliento a la energía que envolvía a mi nave azul. Rossy, le pasaba la mano al tablero, además de rezar como nunca, porque el golpe fue durísimo.
No vi el pozo “no petrolero” de la calle, porque estaba tapado con agua y parecía que no había ningún hueco, además de que no medí el espacio entre lo seco y en donde estaba el agua, porque además también evité que me fueran a chocar, ya que en Maracaibo la gente no maneja sino que tira los carros a los demás, es algo impresionante lo mal que conducen. Luego del mal rato, llegamos para recoger nuestras cosas para salir al día siguiente pero, ¡sorpresa!, efectivamente en la mañana nos dimos cuenta de cómo efectivamente el golpe afectó al caucho y lo desinfló.
Primero entré en crisis, no porque no supiera qué hacer sino, por la indignación de ver el daño al carro gracias a la ineptitud del gobierno local, pero en fin, lo que tocaba era resolver. Le preguntamos al del lobby en dónde quedaba una cauchera abierta un día domingo, en la mañana, y la cara que nos puso fue algo así como “de terror, que mala pata tienen” pero luego se recordó de una, y nuestras expresiones faciales se relajaron. Le escuchamos su explicación maracucha, muy amable, algo enredada, y gracias a mi GPS mental que admito es realmente muy bueno, ordené en un mapa mental las vías, siguiendo mi brújula interna de la posición geográfica norte, sur, este, oeste y, ¡atinamos con la cauchera!
El pánico nos invadió, porque dos mujeres solas a las 7:00a.m en el centro de Maracaibo pues no era normal, lo que faltaba era que nos saliera el pirata Morgan. Mi socia y yo con las antenas alertas, viendo como los camaleones, para todos lados, nos apretamos los pantalones y decidimos bajarnos, con una sonrisa algo nerviosa que entre amabilidad y con caras de “arrechas” preguntamos si podían arreglar el caucho. No salió Morgan pero sí un gemelo (siempre me he preguntado por qué los hombres son tan descuidados cuando de mecánica se trata) y nos dijo que sí pero, que primero se desayunaba, se tomaba su café y se echaba su cigarro.
No se pueden imaginar nuestras caras pero, “en el reino de los ciegos, el tuerto ¡se la cala!, y así lo hicimos... El cauchero procedió a trabajar como hora y media después; hizo parte de la digestión sentado en una silla contemplando los pajaritos negros, de esos que te pican la cabeza sin explicación alguna (tal vez piensen que nuestros cabellos son casas rodantes) y al fin, cuando inicia su trabajo nos tira un comentario que para mí fue algo desubicado, tal vez por el estrés me lo tomé a mal, no lo sé aún. El cauchero suelta la perla de “menos mal que estoy abierto porque sino, se quedan paradas”.
Mi cerebro no computaba en ese momento, y Rossy como me conoce, me peló los ojos. Yo respiré pero, frenar mi lengua en ese momento, era un imposible, a lo que le respondí lo siguiente con certeza y algo irónica, con una sonrisita de esas que son como tajantes entre dientes: “bueno amigo, yo no tengo la fuerza que tiene usted como hombre pero, sé cambiar cauchos, sé cómo se hacen los frenos, le hago el servicio de mantenimiento a mi carro pasando por la limpieza de los inyectores de forma manual y limpiando la válvula PVC, y hasta, donde me permite mi fuerza como mujer, de hacer las cosas”.
Obviamente el hombre se quedó mudo, sorprendido, y a los segundos se le salió una sonrisa algo nerviosa, como de esas de “mejor me callo porque estoy con dos cuaimas”. Del tiro se apresuró, bajo el caucho, le puso el parche, revisó el de repuesto y nosotras le dijimos, “¡chao pesca’o!, gracias por su trabajo”. Aunque nunca me he varado por falta de aceite sino por batería, cauchos, cables de distribución eléctrica o por el alternador, porque son piezas que no avisan cuando van a echar jareta, evidentemente hoy es necesario saber de mecánica, aunque sea lo básico y al menos en Venezuela, en donde el ser mujer es una desventaja dentro del mundo automotor.
Seguro se preguntarán cómo sé de esto, aunque sea lo elemental… pues me gusta la mecánica, siempre he sido curiosa, y gracias a la cantidad de piratas que pasaron por mi Toyota Starlet, porque la falta de plata no me dejaba llevarlo a un taller autorizado, me tocó aprender a ser mecánica ¡porque sí, a juro! Siempre preguntaba qué hacían y entre pasar rabias por “trabajos” mal hechos o medio hechos, fui descubriendo cosas y atando cabos, además de leer todos los manuales del carro (créanme que es muy útil) y al final, todo eso me llevó a un aprendizaje, como todo en esta vida, en donde nada pasa por hecho fortuito sino por, y, con una razón de ser, que solo con el tiempo se entiende; así que amigos lectores, haciendo referencia no exacta a las palabras de Ile, vivan su experiencia de “comer, viajar y… saber de mecánica ¡porque sí!”, ya que nunca se sabe si “el Frijolito” de cada quien puede “jojotear” la existencia cuando menos lo esperen, además de que si se topan con algún “Morgan” en la vía no les meterá el gancho con algún cuento chino, haciendo referencia a mis genes.
Suly Torres
Editora de Culturisima
@culturisima
@susto73
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