Yo También Amo a Oscar
- Ileanna Simancas
- May 19, 2019
- 17 min read
Y en la semana del Oscar se escudriño éste hombrecillo entre mis historias volando de Bali rumbo al estreno de mi corto Spark en dos festivales de cine, Miami y Guadalajara.
En camino a La La land, y no el lugar en sí, pero buscando el sentido a todo lo demás que significa ese “silly name”, finalmente vi el musical del que tanto se habla; “La La Land”; la tierra de los sueños... el mundo de los grandes buscadores y creadores de espejismos... sueños de grandeza, dinero y fama, -y para algunos pocos, arte- que en su gran mayoría quedan marchitos y esfumados, pero siempre renovados por nueva sangre que llega en busca de lo que yo busque allí alguna vez.
No entiendo tantas nominaciones de esta película. Un intento bastante mediocre de hacer un musical, y un intento más mediocre aún de mostrar el dolor que guardamos los artistas en el alma. Un musical con actores que apenas cantan (y mira que los amo a los dos), saber lo que va a pasar 30 minutos antes de que suceda porque lo único que hicieron fue cortar y pegar pedazos de películas brillantes para crear un collage da tristeza. Yo que soy una apasionada de los musicales, pasé una hora diciendo: "ya estuvo, mejor lo apago”, hasta que la protagonista se monta en el carro rumbo al nido, dispuesta a tirar la toalla, aunque claro como también era de predecirse, la vida no la dejaría ¡y se volvería una gran estrella!
Pero, ¿qué pasa cuando debemos confrontar que quizá nuestro sueño, lo que pensamos sería nuestra vida no torna el rumbo de la manera que lo soñábamos?
Lo que sí hizo La La Land fue llevarme a otra época de mi vida, con mi ex esposo, forjando sueños juntos de celuloide, de guiones, de éxito, de producciones que haríamos juntos. Me llevó al recuerdo de cómo se sentía compartir la vida con alguien que soñaba como tú, que peleaba tu misma batalla, que sentía tu misma pena. A veces sientiendo tanta pena junta que se volvía risas o en otros momentos diademas de tristeza decorando mi cabeza loca de esperanza y desconsuelo. Lo que sí hizo La La Land fue recordarme el olor de la melancolía. (Mi opening favorito de un Oscar Ever)
A los 24 años, mi novio en aquel entonces, me dijo que manejara con él desde Miami hasta L.A. porque él estaría mudándose allí para hacer su PhD. Al llegar a Santa Cruz y ver aquel alocado lugar, con hombres barbudos en vestidos y mujeres más barbudas aún, esperándolas, -toda una experiencia en los 90’s-, dimos media vuelta y terminamos en La La Land. Para resumir una historia larga-corta, después de cuatro meses, él se devolvió a Florida y yo con mi maleta de una semana de viaje, me quede en Hollywood, ¡la capital de los soñadores, poetas y locos!
Como en la película, y como el 90% de las que esperamos estar algún día en ese escenario recibiendo un hombrecito de oro, trabajé como mesera. Tuve la suerte de entrar a trabajar en el lugar del momento, The Sunset Room. Y digo suerte, porque llegar a trabajar en un lugar como ése en L.A. es casi tan difícil como que te den un protagónico; ¡¡¡hasta casting hay que hacer!!!
Era 1999, yo cumpliría mis 25 en esas tierras de oeste, mientras vivía mi sueño de infancia. Los clientes del lugar eran todos A list, - o “want to be” que son peores - del tipo que te dicen en la puerta cuando les decía que no había mesa disponible "¿es que tú no sabes quién soy yo?" Y yo que de verdad nunca sé quién es nadie les respondía: "la verdad no, pero igual no hay mesa". Me coqueteaban, me ofrecían dinero, me daban el dinero aunque les dijera que ni con un millón podía sentarlos porque físicamente no había donde, se ponían grises de la ira, histéricos me pedían por el manager, que paciente venía y les repetía lo ya dicho por mí, pero como él era el hombre de la hora porque trabajaba en el restaurante del momento, con él se quedaban tranquilitos y confungidos no les quedaba más que simplemente sentarse en el bar a esperar que milagrosamente alguien cancelara. Me tomó tiempo entender este drama por entrar en un lugar, yo, que sí tenía que hacer cola hasta pa’ un concierto, no iba. Claro, ésto no pasaba con las “verdaderas estrellas”, a ellas sí se les sentaba aunque el que había hecho su reserva un mes ante se jodiera. Era un restaurante que se volvía bar, hermoso y gigante, con uno de esos Chefs franceses que grita todo el día, pero cocinan como los dioses.
Mis sueño para recibir el 2000 era estar en las pirámides en un camello, y en su lugar lo recibí allí, rodeado de estrellas y productores que tiraban fácil $10000 en una noche entre champagne y comida. Seguro debía sentirme privilegiada, pero no fue así. De alguna manera ya sentía que no era del todo mi lugar, que las pirámides me llamaban... pero apenas comenzaba mi camino hacia ellas.
De ese lugar conocí a gente con la que me relacionaría los primeros seis años de mi vida en L.A. De allí salió mi manager, mi primera película, mi segundo restaurante donde trabajaría, mi agente de comerciales, mi primer “big crush” con un L.A. “big shot” y mi primera entrevista con un agente, ¡ah! pero no cualquier agente sino el mismo agente de ¡Judy Foster!, el vice-presidente de la agencia más grande del mundo ICM. Y todo eso en un mismo grupete en una misma noche. Uno me quería managear, el otro “comer”, y el otro representar. O por lo menos así termino la historia, quizá no fue como empezó, pero perdonarán si algunos de los detalles se han olvidado con el tiempo y los aviones. El agente me invitaba a almorzar para que le entregara mi headshot en blanco y negro y sin Photoshop porque en esa época no había... Apenas podían quizá ayudar con las ojeras haciendo un trabajo con pincel y pintura. Era la época donde no cualquiera era fotógrafo, ni todo el mundo hermoso y perfecto. Y mi demo, un cassette de VHS, lleno de dramáticas escenas de novelas que hasta entonces era lo que había hecho. Yo, muy digna y ofendida le dije que no, que si quería hablar de negocios yo iba a su oficina... Pobre... que poco conocía de Hollywood. Él sonrió y me dijo que estaba bien, sería una reunión muy seria en su oficina. Y así entré por primera, - y última vez -, por las puertas de ICM. Era como el estudiante de medicina que cruzaba por primera vez las puertas del hospital para su primera práctica, o la bailarina entrando en el Teresa Carreño a su primer recital, o el músico que se monta finalmente en el Carnegie Hall, era simplemente pura magia, pensé. Tendría apenas 3 meses en L.A. ¡y ya tenía lo que a gente le costaría una vida entera conseguir!
De los tres de esa noche, no fue el agente el que se quedo en mi vida. Pero el manager y el crush sí. El crush fue mi crush por décadas, el hombre de mi sueños que se quedó en sueños y en una larga, distante, pero linda amistad. El manager, mi más grande “cheeleader” por unos años; hasta que a mí se me subiera la estupidez a la cabeza, y después de mi primer protagónico me convirtiera en el típico cliché y me fuera con el manager de Sharon Stone que soñaba en tener a la 'Sharon latina'... y que por ella habrá hecho mucho, pero lo que fue por mi... pues, ¡me dejó muy triste de haber dejado a mi cheerleader!
Y es que yo en L.A. hice todos los clichés: El novio escritor, el agente, el actor, y hasta el “celebrity”. La cliché vida de carro por closet, las 4 audiciones al día; el ser la amiga de la amiga, de esa amiga; "que tu gente llama a mi gente” y al final nunca se llaman; el “yo tengo un guión”; “yo produzco un corto”; “¡entré en el festival!”, “¡me caso!”, “me divorcio”, "No puedo tengo clase”, “no puedo, tengo audición”, “¡sorry!, no voy al trabajo hoy estoy enferma” mientras corría a ese call back, “me quiero morir, soy tan fea” “¡Verga!, me la comí con esa audición, además ¡estaba mamacita!”, “no tengo talento”, “¡el Director de Casting me dijo que lo hice maravilloso!”, “¡Jamás lo voy a lograr!” “ ¡Mamá, me lo dieron!”, y en fin, ese “roller coster” de emociones que es de esperar que los artistas seamos todos totalmente bipolares. Y eso sin contar el cliché de número de trabajos para mantenerme: mesera, anfitriona, catering, caminadora de perros, cocinera para perros, asistente, niñera, organizar profesional (cachifa, chacha, muchacha, glorificada) y mi favorito de la lista, representate del censo, yendo de puerta en puerta en un barrio ruso, entrando en las casas para censar a una población que no le abre la puerta ni al vecino.
En mi segundo trabajo en un restaurante, subí de posición: de host a mesera. Del mismo dueño del Subset Room, pero éste era un café divertido y casual, menos dinero y bling-bling, pero más yo. Era también el café del momento porque teníamos al mediodía en nuestro cuarto VIP (sí, hasta un café tiene VIP en L.A.) ¡¡¡el AA meeting de Hollywood!!! Traduciéndose en que todos los alcohólicos o adictos famosos del mundo de la música y el celuloide iban allí, incluyendo en la lista de A names a mi favorito Robert Downey Jr. y sólo lo nombro a él porque públicamente se sabe su historial, el resto me lo reservo porque no soy quién para estar sacando los trapitos al sol de nadie, pero como él, muchos más en su escala.
Éramos una gran familia disfuncional de artistas, actores, escritores, músicos, productores, directores y muchos otros "tores" del cine, la música y la televisión. Pregúntame si lo conocí, y la respuesta será ¡sí!... de Anthony Hopkins, a Leonardo Di Caprio, a Charlize Theron... Todos vivían los días metidos allí, y las noche, ¡ya que cerraba sólo por tres horas diarias! Comían, leían, escribían, jugaban, se reunían y nos hacíamos todos la vida imposible y a la vez muy divertida. Amaba este lugar tanto como lo odiaba. Pero aquí pasé los mejores años de mi vida en Los Ángele. Si lo veo en retrospectiva, creo que todos los que trabajamos, o los clientes que iban al Coffe House on Sunset, lo siente igual... Era un lugar especial, y una época dorada para mí. Todo era nuevo, todo era posible, todos los sueños podían ser verdad, todo era La La Land.
Uno de mis primeros días allí, con aún una novela en pantalla, una chica latina entró y me tocó servirle. La niña no paraba de verme hasta que tomó el valor de preguntar: “¿Tú no eres la actriz de la novela 'tal'?”. “Sí”, le conteste. “Pero, no entiendo. Entonces, ¿Qué haces tú aquí?” me preguntó, de verdad confundida. "Me aburrí de ser actriz y ahora soy mesera", fue mi respuesta, y seguí derecho, entre risas, ganas de llorar y vergüenza. Creo que fue la primera vez que sentí ese miedo, ese dolor de pensar que quizá pasaría mis días sirviendo café y no precisamente como un personaje de una película romántica de Gary Marshall, sino como una mesera más de las miles que habían por toda la ciudad, con un sueño más grande que la vida misma. Y es que la gente cree que ser actriz es todo glamour y brillo, y no se enteran de lo duro que es para el 90% de los actores, hasta de los que trabajan con más continuidad, mantener una carrera como ésta activa. Juran que todos esos vestidos de entrevistas y alfombras son nuestro, cuando vivimos de cosas prestadas, o dadas por intercambio. Y que cuando se entra en un mal año, o dos, o tres, te quedas con el estigma de que ser actor es ser rico y famoso, y hasta otros trabajos cuesta encontrar, especialmente en el mundo Latino. Es vivir en una constante mentira de lo que se cree que la vida del actor es, y lo que es la realidad. Se envejece sin dinero para el retiro porque no hay unión que te lo provea, sin seguro médico y sin ninguna ayuda como tendrías en cualquier otra empresa. En USA es un poco mejor por la presencia de la union SAG, pero tampoco es perfecto. Ser artista es una vida inestable y arriesgada, así que es algo debes realmente amar para nunca dejarla. Para la mayoría, es como una droga; la puedes parar por un tiempo, pero siempre habrán recaídas.
Por mi parte, desde pequeña, amé con pasión a Mister Oscar. Creo que mi afán por ser actriz, a parte de enmascarar quien yo era (que no era precisamente muy digna aún de mi propia admiración) fue propulsado por el momento de recibir uno y dar mi muy ensayado “speach”. Me ponía frente al espejo a practicarlo, y hasta lloraba dándolo. Pero con los años fue trasformándose de lágrimas de alegría y 'gracias a mi mamá y bla-bla-bla' a: "Éste va por todos los CDSM que me dijeron ¡NO! ¡Go F*** yourself! Con gusto dejo que se tomen una foto conmigo a la salida para que vean que no guardo ningún rencor." Ahora, cada vez que pienso en Oscar, recuerdo a mi querida Elia Schneider diciendo que esas estatuas no sirven sino para recoger polvo, pero yo hasta el día de hoy, con gusto moriría de la alergia con tal que una de esas imágenes residiera en mi sala, y por lo menos el primer mes, en mi cama. Si Elia, aún soy así de básica. También me volvería a casar nada más por tener otra boda... Qué te puedo decir, me gustan las celebraciones y las conquistas.
En medio de mi escrito, aterrizamos en Doha, Qatar y tuve que parar, para retomarlo unas horas después en mi vuelo de 16 horas Qatar - Georgia. Mi segundo vuelo lo comencé de nuevo, -sin querer-, con otra película de temática similar, “Baby Baby Baby,” un actor y una pintora en La la Land que tampoco terminan juntos. Ésta me recordó a mi relación más permanente en el tiempo con un actor, que la amistad consiguió trascender a cualquier amor, y hoy seguimos siendo hermanos de vida. Tanto 'La la land', me estaba alborotando el sentimiento.
Si he de ser totalmente honesta, yo que siempre he sido de lograr lo que me propongo, que ese hombrecito aún no sea mío, me pone verde. Y sin duda también me cambia de color el alma cada vez que me pregunto qué hubiese podido hacer diferente para que mi carrera hubiese sido otra cosa. Estudiar más, tener más dedicación, constancia, hacer más PR, pensar menos en la casita y maridito y más en la carrera, haber sido más puta; me pasan por la mente tantas cosas. Yo llegué a L.A. cuando pocos latinos lo hacían. Por 7 años ni siquiera amigos latinos tenía, con suerte algún chicano o boricua por allí. Éramos las 30 mismas actrices en cada audición peleándonos los tres personajes latinos al año. Eso sí, latinos que no fueran latinos, por que lo del acento aún no les iba y no que ahora les vaya mucho, sólo que ahora hay una generación de relevo de chicos totalmente bilingües desde niños que han tomado el toro por los cachos. Poco a poco se comenzaba a abrir el mercado. Y un día, una entonces amiga, la pegaba de “home run” con el show de TV “Desperate House Wives”, y las cosas cambiarían bastante para nuestra gente... pero sería ese mismo año que yo me fuera de la ciudad.
Y para que vean como funciona esto de Hollywood y la suerte, sólo dos años antes, Eva y yo nos peleábamos un personaje principal en una película independiente, el cual yo me llevaría. Mi primera y última experiencia como protagonista en Hollywood, encabezando un cast lleno de ganadores de Oscars como Faye Donoway, Robert Wagner, Gary Busy y Jennifer Tilly, nombres que a pesar de ser actores de mucho reconocimiento, a las nuevas generaciones les serán desconocidos, probando una vez más lo efímero de esta carrera. Pero esa quien no se llevaría el protagónico dos años antes, ¡se ganaría luego una serie que la haría leyenda!. Por eso en Hollywood todo es relativo, nada es personal, y así se debería tomar, aunque nadie lo haga.
Esta experiencia en esa película fue el comienzo del colapso de un sueño. Me llegó un mes después, que como la actriz de La la Land, tirara la toalla y le dijera a mi profesor de actuación 'que ya estaba, que se dio lo que se daba, pero que yo no podía más, que era demasiado doloroso el rechazo diario, la vergüenza de no sentirte nunca suficiente, la constante angustia esperando porque el teléfono sonara con una audición que nunca llegaba, luego rezar por un callback, para finalmente nunca escuchar el tan deseado "you booked it!"'. Con suerte, que sí la tuve, tenías una carrera en el mundo comercial decente, y por lo menos terminabas siendo la cara de McDonads en lugar de la nominada del año. Para mí, que siempre me gustaron los comerciales estaba genial, pero muchos lo ven como una total humillación al artista que no le queda más que prostituirse en el mundo de la publicidad para poder vivir de lo que creyeron sería su vida.
Unas semana después de la primera de mis muchas recurrentes renuncias actorales, me llegó esta película, que querían fuera un “three movie deal”, que mi manager sabiamente rechazó, y dijo lo hiciéramos mejor por película. He vivido entre bambalinas desde niña y por primera vez experimentaba lo que era acoso sexual, de nada menos que el director, quien para colmo de males era también mi marido en la película. No importaba qué ropa me pusiera el hombre siempre tenía algo qué decir o por qué intentar tocarme. Hasta con una bata marroquí que parecía yo metida en un saco de papa, con la que me fui un día al set, el hombre me violaba con sólo una mirada. Vino la unión de actores al set, le pegue gritos entre los trailers mientras Jennifer Tilly me apoyaba, las maquilladoras tomaron suya la tarea de nunca dejarme sola, y vivía metida en mi camerino para evitar encuentros que no fueran rodeados de cámaras, pero el hombre no paraba. Y mientras más le decía que no, más él iba modificando el personaje de esta increíble heroína por amor, a un personasucho más. No fue fácil, pero la terminé. Sin embargo, algo se murió en ese set. Y así, mi “speach” del Oscar se iba transformando y con él mi esperanza.
Durante mis 10 años en L.A. hice seis películas y el triple de comerciales, ¡ah! y eso sí, una gran lista de grandes audiciones para increíbles proyectos. Sí, en L.A. las audiciones también comienzan a contar como éxitos laborales "este año no sabes para cuantos pilotos adicioné" "¿Qué? ¿no audicionaste para James Bond 45? ¡Ay!, ¡que pena! ¡yo sí! ¿Y para Piratas del Caribe 30? ¿Tampoco? ¡Qué cosa!, yo también. No, si es que este año audicioné muchísimo." Y es verdad, si fuese por audiciones, si por lo menos las pagaran, no sabes lo bien que me hubiese ido. Pero mientras más cerca te sentías del tan deseado break, más dolía la caída. Así como cuando estás ya con el traje de novia elegido y te cortan las patas... bueno, ¡así!
L.A. es un lugar extraño, amigable en la superficie, pero tan ficticio como cualquier personaje, como cualquier set de la Warner. Es sólo una máscara, una cáscara de amigabilidad porque uno nunca sabe quién es quién y cuándo algún extraño puede ser el que finalmente te conceda el mayor de los deseos y te dé la oportunidad de tu vida. Entonces te pasas la vida sonriendo de mentira, cuando en realidad se vive con un gran hueco en el corazón, un nudo en la garganta y una ansiedad que te pudre los huesos. Éste lugar te destruye, te deja hecho nada, te confronta día y noche con cuanto de verdad quieres esto. No mucha gente dura más de 3 años, y creen que eso era suficiente. Prueba 10, o 20 como muchos de mis amigos que siguen allí al pie del cañón porque para ellos en realidad no hay ningún otro lugar ni ninguna otra cosa que los haría felices.
Yo con honestidad puedo decir que aún no estoy segura dónde me encuentro. Por un lado siento que es lo único que no he podido completamente conquistar, ¡aunque haya hecho más que muchos y mucho menos que otros! Me pregunto si tuviera la oportunidad de hacer una sola gran película, o una sola gran serie, si entonces finalmente lo sacaría de mi sistema porque sentiría que fue misión cumplida. Si sería más el reto que el real amor a ello lo que me mantiene siempre volviendo. O si lo que me aleja constantemente de la lucha es el miedo a vivir una vida de correr detrás de un espejismo que ha dejado a todo el que conozco seco. O si en realidad ya hay tanto más que me jala, como me dice una amiga, “¿hacia adónde están tirando las estrellas de tu cabello esta vez? ”, que realmente simplemente lo quiero como un hobby para realmente poder disfrutarlo cuando llega. Quizá tiré la toalla en el momento equivocado porque era cuando todo parecía comenzar a brillar. Nueve comerciales al aire, dos series que "casi" me dan el personaje fijo, y un agente que creía en mí. Parecía entonces que era el momento. Pero mi alma no lo sentía igual. Me sentía fuera de lugar, ya no pertenecía al sueño. Tenía desde el 2001 haciendo yoga, lo que se transformó en estudiar religiones y ello en una búsqueda personal. Siempre sentí que si no era actriz, que me mataran porque nada más me hacía feliz, pero empezaba a darme cuenta que ya no era una mesa de tres patas, que habían más cosas que me complacían, me llenaban y me hacían vibrar mucho más que el constante chase del hombre invisible y decidí oír a esa voz que me pedía que el único personaje en el que debía trabajar era, en mí.
Me llenaba a diario de todas esas experiencias que quería vivir en mis personajes, pero ahora lo hacía en carne propia. Comencé a trabajar mis miedos y frustraciones, y mientras más me llenaba como ser humano, mientras más experimentaba, mientras más veía y estudiaba al mundo, mientras más notaba la tristeza y vacío de los amigos que si habían "llegado", más me costaba seguir la lucha por una cortina de humo. Así que cuando tuve que elegir entre encontrarme o seguirme perdiendo en la percepción de otros sobre mí misma, opté por la primera. Sólo que no pensé que ése sería el camino permanente de mi vida. Me fui a India por un mes y medio, que terminaron siendo siete y a España por un año, que terminaron siendo cuatro. Cuando volví, ya no era la misma. Y mientras yo podría seguirme viendo como la actriz porque en mi corazón siempre lo sería, la vida me vio como creadora. Y creé… creé TV, y creé Teatro, y creé proyectos propios: creé Lilith’s Corner y Liliths Travel. Creé porque ya no podía sentarme a esperar que nadie me llamara. Creé, porque no estar en frente del timón de mi destino era humanamente imposible ahora para mí. Creé porque mi alma necesitaba expresarse, y creé para nunca más sentirme poca cosa, porque el que crea, salga bien o mal, nunca podrá sentir que no hizo todo lo que estaba en sus manos para lograr un sueño. Creé mis propias oportunidades que quizá no me daban otros, y creé para dar oportunidades a otros también.
Actuar cuando es sólo actuación lo que se representa, se sintió como vivir en el mundo de la irresponsabilidad, "yo espero que me pase", en el mundo de la limosna, en el mundo de la víctima al cuál le pasan las cosas. Aprendí que cuando, como ser humano sales de esa energía, el actuar de esa manera es simplemente imposible. Entonces el actuar se transformó, se convirtió de mi razón de vida y sustento a mi hobby y diversión. Ya no vivo para ello, pero cuando lo hago es como estar en un summer camp. Porque no es el actuar el conflicto entonces, sino el negocio para llegar a hacerlo lo que puede conmigo.
Me ha tomado un largo camino de caídas y espinas conseguir tener seguridad, y creo que la falta de confianza en mí misma cerró muchas posibilidades en mi vida. Creer en mí, saber que valgo, quien soy, en que soy buena, y dejar que eso se tradujera en cada personaje, es algo que he tenido que aprender con el tiempo. Sí , ya sé, muchas estrellas están allí con un mundo de miedos e inseguridades; pero es que cada quien viene a este mundo con un diferente aprendizaje que recorrer, y no podemos comparar el nuestro con el de nadie más. El mío es sin duda conseguir mi voz, mi fortaleza y mi certeza, y conectar con Dios desde el alma y no la inteligencia. Por eso hasta que no consiga esa voz clara y alta y pueda mantenerla, nada podría ni podrá pasar porque me diluiría en los sonidos de los otros.
Pero sí, he tenido que aprender vivir con ciertas derrotas, vivir con un sueño cumplido a medias y creo que el amor y la actuación son esas dos cosas donde nunca he conseguido el beso apropiado para transformar a la rana, porque si tu mundo está en sintonía, la rana que aparezca será el príncipe o la princesa si tu aprendiste a besar.
Lo que sí puedo afirmar muy orgullosa de mí, es que no importa las veces que me caiga, las veces que me rompa, que me pierda y que me borre, siempre consigo una manera de transformarme y recrearme de nuevo, siempre consigo un color nuevo y, es esa resistencia lo que se necesita para seguir viviendo esta vida de verdad ¡Podrás verme rota, pero jamás me verás renunciar! Quizá el señor Oscar llegue a mí, o quizá nunca lo logre, pero nadie podrá decir que no hice todo lo que pude por tener un gran romance con él!
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