Los Terremotos se lo Llevan Todo... ¡Gracias a Dios!
- Ileanna Simancas
- May 26, 2019
- 11 min read
Intento continuamente escribir sobre el pasado para llevar la cronología de esta aventura que empezó un 17 de Noviembre partiendo de LA, pero la vida se llena de tantos nuevos relatos, tan rápidamente, que me hace la tarea casi imposible en un blog. El blog es el hoy, el libro es el ayer; y es que hoy se me hace tan complicado vivir en el ayer.
Como nos gusta vivir allí, en ese lugar que ya no existe, que no es verdad, que se ha evaporado en el tiempo, corto o largo, pero en la niebla de lo invisible. En el ayer se vive en la nostalgia si fue bueno, o en la tristeza, si por el contrario, nos dio de tortazos. En el pasado vivimos con el látigo de la culpabilidad o el dedo incriminador del acusador. Pero en el presente, bueno, hay sus días como el mío de hoy, pero en general en el presente se vive con mucho color y mientras mas te centres en él, mucha esperanza, porque cuando observamos con lupa, nuestro hoy no es tan malo como lo que los cristales del ayer nos hacen ver.
Tampoco es bueno estar en el ayer para tomar decisiones en el hoy, porque quizá sean tomadas llenas de miedos, de fantasmas o deseos de la niña que fuiste, pero no de la mujer en la que te has convertido. En fin, que el ayer solo para los álbumes y para internalizar la lección, cosa que no es vivir en el recuerdo, sino algo que simplemente se queda en el cuerpo, como parte de tu sistema de acción, como en autopilot.
Y hablando de hoy, hoy fue un loco día, de esos donde te preguntas, “Ummmm, ¿experiencia o solo por joder? “. A las 4 de la mañana, justo como hago siempre para escribir, me desperté a redactar el más lindo post de México que brotara por mis manos, a esa hora donde la conciencia no está realmente despierta. Contaba de los olores y sus colores, de lo que había aprendido y de la gente hermosa que vivió días conmigo. Al salir el sol y colocarle el punto final a las seis páginas, quiero café. Bajo a por mí taza diaria y mientras me siento a disfrutarla, porque ese momento del café es mi media hora de meditación e introspección del día, de pronto siento que una enorme, pero hablo de una MUY grande piedra, le cae encima a mi casa, y el movimiento hace que me caiga el café encima. Por un momento no me entero que sucede más allá de sentir la quemada en mi brazo, hasta que escucho las ventanas y puertas temblar. Ya de pie volteo a verlas y al hacerlo, instantáneamente la quemada desaparece de mi mente… ¡Hablemos de vivir el presente! Cojo el móvil y salto al medio de mi jardín mientras veo al gato corre del terror. Miro a mi alrededor y todas las paredes del jardín tiemblan de frío en pleno calor del trópico y se me pasan por la mente mis zapatos, pero no quiero entrar y que se me caiga el techo encima, así que si he de correr lo tendré que hacer descalza. Las paredes siguen bailando al son del temblor y me doy cuenta que si se caen se me va hacer difícil salir de aquí o quizá no, no son tan grandes. Como buena enferma de las redes, pienso en postearlo en Instagram, aunque ya está cediendo y solo quedan los árboles moviéndose y más levemente la pared. Le doy al botón y no graba, repito la acción y nada, y recuerdo que tengo a la compañía de seguro en la línea y no lo podré hacer a menos que tranque, pero he esperado mucho tiempo para cerrar la llamada. Parece que pasó una hora, pero todo esto fue en menos de 30 segundos. ¡¿Cómo pueden pasar tantas cosas en 30 segundos?! Y así y todo, con esa rápida acumulación de historias, preferimos quedarnos pegados en un lugar que no nos sirve más que para darnos de madrazos.
En lo que acaba, hablo con gente y paso el susto, mezclado con emoción de vivir algo así, subo a editar mi trabajo sintiéndome orgullosa que ya terminé mi post y esta semana podré escribir hasta dos y así comenzar a adelantar material. Con el temblor, la computadora no quiere despertar,. Decido reiniciarla sabiendo que el auto recovery me devolverá mi escrito sin problema. Prende de vuelta y allí están mis seis páginas de inspiración mañanera, lista para ser corregida. De inmediato el programa me recuerda grabar el documento que aún no estaba salvado, y haciéndolo ¡caput!; algo sucede y el programa colapsa y se cierra sin darme tiempo a salvar. Si, exactamente lo que piensan, nunca más lo logro encontrar, ni yo, ni el técnico al que llevé la computadora corriendo con mucha fe que él si lo lograría… Mis letras desaparecían en el olvido de un programa que me vi forzada a recomprar.
Sí. Eso era ayer, finalmente después de dos largas semanas de una gira de prensa que me monto en una bola giratoria sin pausa ni tregua por días, llegaba a casa a usar mi computadora casi nueva, con el nuevo sistema operativo instalado que en teoría la haría más rápida y trabajaría mejor. Nunca le hagan caso a Mac cuando te diga algo así, ni te siguieran los upgrades… ¡Nunca me han funcionado! Sus máquinas no están hechas para hacerlas durar aparentemente y lo único que hace ese cambio operativo es que trabaje aún más lento o por lo menos en mi caso. Pero eso no es lo peor, sino que al abrir mis programas prehistóricos, ninguno decide funcionar bajo el nuevo cerebro. Y así, mi Final Draft, mi Photoshop, y mi Microsoft Office llegan al final de sus días. Así es, el remedio me ha traído una gran enfermedad ¡tecnológica! No tengo programas con que trabajar. Pero de Word no puedo prescindir, así que después de tragar grueso simplemente mento la madre y me voy al Apple Store, el paso más fácil y lógico cuando estás en problemas con tu querida Mac. El detalle es que la lógica no siempre está de tu lado. Treinta minutos más tardes intentando todo lo que me pasa por la mente simplemente Apple Store no abre en mi browser, cualquier otra página lo hace, pero no la que necesito. Me voy a mi segunda opción, directo en la página de Microsoft, ¡Yeah! Lo consigo, y allí lo podré comprar… o por lo menos eso soñaba, pero solo me deja entrar en la página Indonesia y al intentar pagar con una tarjeta americana, me rebota.
Paso seguido, llamar. Mac tiene un buen servicio de nerds telefónicos que saben solucionar muchas cosas, pero luego de hora cuarenta y cinco de, “dele aquí, pulse allá, apriete por acá, meta la mano aquí, déjeme llamar a mi supervisor”. ¡NADA funciona! No puedo usar mi programa viejo y no puedo comprar el nuevo. Si un cargador me tomo tres tiendas y tres horas de búsqueda, ¡no quiero pensar este programa! Le digo que si él me puede hacer la compra por teléfono o algo y que todo estando en el cloud o descargable, seguro lo podría solucionar. “¡Ay, no señorita! En Mac solo puede comprar en CD. No hay descargable. Solo Microsoft tiene esa opción, pero con gusto se lo enviamos.” ¿Really? ¿Casi dos horas más tarde tú me dices esto? Claro, él no sabe que vivo a mínimo 30 horas de vuelo de donde él esta, él no sabe que seguramente se quede el paquete en aduana, que me cobrarán unos ridículos impuestos si es que pasa y que si tengo la suerte que llegue a la casa, terminaré seguramente pagando el doble. El no entiende porque estoy literalmente en lágrimas y le digo que mejor tranco antes de ser grosera y pagar con él la rabia que me da que con sus updates le joden la vida momentáneamente a uno y, que mi vida no merece ni un minuto jodido por una bendita computadora. Solo me llega a decir que intente con Microsoft, pero él tampoco sabe que ya lo intenté.
Renuente a rendirme, llamo a Microsoft a ver si me ayudan, marco el número de USA pero me atienden en India para decirme que si estoy en Indonesia debo llamar a Microsoft Indonesia, aunque este llamando a USA y me atiendan en India. Me da entre risa y rabia la ironía. Tomo el teléfono, mientras sigo jurungando en la internet. Lo consigo en Amazon ¡Yeah!... la alegría se esfuma en dos segundos… no… solo descargable para personas en USA. De pronto extraño la facilidad de todo en casa. Por alguna razón me meto en Microsoft de nuevo y ¡Bingo! entra en USA ¡Aleluya! No me lo puedo creer, casi grito y baílo de la emoción, pero más bien trabajo rápido antes que desaparezca la oportunidad que me dan. Después de asegurarme y chequear que todo esté bien, logro comprar el bendito programa, y ¡soy feliz! Muy feliz… hasta que al día siguiente simplemente crashes. Y me doy cuenta como la felicidad son momenticos y lo importante que es saborear cada uno de ellos.
Bali tiene algo en el aire. No sé porque, no sé qué es lo que produce en las personas, pero te transforma. No es que yo estoy aquí de Yedda meditando y trabajando en mi espíritu todo lo que quisiera porque debo ponerle horas a esto sí quiero que florezca. Pero de alguna manera cosas como estas que me hubieran llevado a la locura y dejado días nombrándole a la Virgen María al pobre señor Dios, solo duran muy poco. El programa, el dinero (o la tarjeta) lo pudo resolver después de horas, mi post no tuvo solución más que darlo por olvidado y esperar que la musa me inspire de nuevo para hablar de Pueblos Mágicos, medios de comunicación, una Tribu increíble, y toda la confusión cósmica que el ruido produce en mí. Quedándome brava con la vida por las cosas que pasan, la verdad no resolverían nada, y para que entonces seguir.
Anoche hablaba con dos desconocidas que sentaron conmigo en mi mesa mientras cenaba porque no había más lugar. Comentábamos como nos quedamos pegados, stocks en situaciones y problemas. Como logramos crearnos cárceles ficticias: “el mundo está en mi contra”, “no puedo salir de donde estoy”, “¿si hago un cambio en mi vida, que pasará con lo que siempre ha sido?”, “soy así porque esto que me paso no lo puedo soltar”, como me violaron decido quedarme viviendo en el pasado con el violador el resto de mis días, y mi vida se diseña y define y vive en ese momento repitiéndolo como una mala película. Como crecí en la pobreza, pensaré por siempre como ese niño con carencia, en lugar como la persona exitosa que hoy soy, vivir en la abundancia no se hizo para quien crece en la pobreza. ¿Por qué? Porque somos tan buenos y juiciosos en quedarnos en aquel lugar que nos hace daño y tan cobardes para saltar fuera de el a un lugar que no puede ser otra cosa que mejor. ¿Por qué nos quedamos en el mejor viejo conocido? ¿Será que a todos nos enamora Christian Gray? ¿Es que el humano es realmente así de masoquista? Aquí se conoce tanta gente que hizo el salto, un coach en sus sesentas que vivió la vida atrapada en el mundo de las telecomunicaciones hasta que un día entendió que solo ella se encarcelaba. Una IT en los 40 que mando todo al carajo para dedicarse a trabajar en ella por un tiempo porque no sabía cualquiera era el próximo paso, pero sabía que el que caminaba ya no era.
En otro momento estos dos días de convulsión tecnológica me hubiese llevado a una depresión de: "¿por qué a mí?, ¿por qué me pasa de todo?" y la verdad es que mis amigos cercanos pueden corroborar que es verdad, a mí me pasa de todo, pero todo está en la percepción de como tomemos todo eso que nos pasa. Me pasa de todo porque la vida la tiene cogida conmigo o me pasa de todo porque la tormenta es la que me llevará a las costas de la isla correcta.
Las que no han visto Moana de Disney, se las recomiendo. Mi viaje a Miami y México me dejo tan cansada y el ruido tan perdida, que no estaba muy segura ya porque hacía lo que hacía, porque estaba de vuelta en un avión para viajar tan lejos de casa, que tontería se me había metido en la cabeza, quizá era hora de dejar de soñar y tomarme las cosas en serio. En el avión de vuelta a casa o la que hoy actúa como ella, deprimida por primera vez en meses, me encontré con esta historia de misión, de conseguir tu voz sin seguir lo que se supone que deberías ser que otros quieren que seas, limitando tu vida con sus miedos, que ni siquiera te pertenecen. Que en realidad ni siquiera le pertenecen a ellos, sino a sus ancestros.
Moana tiene una misión, y piensa que al seguir su misión no habrá más tormentas, la vida te lo pondrá todo fácil para llegar al destino porque ella es la que te ha elegido, pero resulta que, aunque sí sale a darte asistencias y manos de rescate, no siempre son de amapuches y brazos abiertos, ni de la manera que esperas. Moana debe conseguir a un Demigod, que piensa ella será el que salvará a su gente. En el primer día de búsqueda, una gran tormenta la atrapa en medio del océano y ella asustada le pide ayuda al mar -quien la ha escogido para esta misión- que no la deje sola bajo esos cielos abusivos. Pero la tormenta sigue, y Moana, amanece con su barco un poco destruido en una mini isla donde no hay nada más que piedras y arena. Ella, ¿que creen que hace? Como es lógico, le grita histérica al mar, que si quiere que ella llegue a la meta esto no es ayudar, hasta que se da vuelta y ve el símbolo del Demigod en una de las piedras… la tormenta la había dejado exactamente donde debía de estar.
El mar la protegió de los problemas que la alejaban de su misión cuando lo creía oportuno y otras veces dejó que las olas la revolcaran con un propósito. La dejó ser en el momento que tira la toalla y dice: “¡no, te equivocaste de persona, yo no soy quien tus buscas, yo no puedo!”, y la envuelve en truenos centellas para que se diera cuenta de su propia fuerza, entereza y valor, y cuando consiguió conocer su verdadero ser, le abrió el camino para llegar a la meta porque ya había entendido realmente quien era, que quería y cuál era su posición en esta vida… Era ella la que debía rescatar a su gente, era ella quien debía ser el líder de su tribu, no el Demigod.
Que hermosa manera de reflejar de que va la vida tiene Disney. La vida me la pone ruda, porque cualquier ruido me saca del camino, me hace ver espejismos, me desequilibra, me desbalancea, la vida solo se asegura que aprendas hasta que entiendas de que en realidad estas hecha. La vida te trae terremotos para que se lleven todo lo que no necesitas… ¡y dale gracias a Dios!
Todo es posible cuando así lo ves, todo es inalcanzable cuando decides que lo es. No hay cárceles, solo hay las que tú misma te has impuesto por miedo a salir de ella, así le pasa a la gente que meten presa de verdad, luego por muy malo que sea no tener libertad, ellas no quieren salir: es más cómodo ser un preso que enfrentarte contigo misma. Es más fácil ser trabajador que empresario, es más fácil ser hija que madre, es más fácil que nos diga que hacer para no tener que pensar ni tomar riesgos, es más fácil ser víctima que victimario, es mas fácil acusar que ser responsable… Pero, ¿es de verdad más fácil? De verdad vale la pena malgastar una vida en “él debe de ser”, vivirla como los demás creen que tú debes hacerlo, o como la sociedad decide que deba ser. No hay líder, no hay emprendedor, no hay sabio, artista, conquistador, ni maestro extraordinario que haya seguido esas reglas, porque para llegar a ti no puedes navegar las aguas con un barco prestado. Todo lo que te digas son excusas, ni hijos, ni dinero, ni parejas, ni familia, ni los maltratos, ni los traumas, son solo historia, son solo excusas para no salir de la zona de confort. Es más fácil de lo que crees, hay cientos de personas haciéndolo en este lado del mundo, lo único que toma es creer que eres capaz, tener tu misión o querer conseguirla, saber que tú no eres la historia y tu hoy puede ser muy diferente a tu ayer si ayudas, y tener certeza que la vida se encargara de meterte en la peor de las tormenta que hayas estado solo para dejarte revolcada en la arena de la isla que siempre soñaste.
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