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New Mexico y su Mágico Poder: ¡Agradecer!

  • Writer: Ileanna Simancas
    Ileanna Simancas
  • Apr 15, 2017
  • 11 min read

Me gusta escribir antes del amanecer, apenas abriendo los ojos, sin café o siquiera hacer pipí, porque escribir en automático, conectada sólo a mi cerebro sin modificar ni alterar, porque mi mente aún no está tan despierta como para hacer eso, suele traer al papel cosas que se esconden en el alma.


Terminar una relación nunca es cosa fácil. Primero es darte cuenta que lo intentaste todo pero nada funcionó y darte por vencido, que por el contrario a lo que se cree, no es cosa de cobardes, porque hay que tener mucho coraje para decir: “Hasta aquí nos trajo el río. Hasta aquí me llegaron las fuerzas. Hasta aquí sé qué hacer” y tirarte del bote al agua sin saber ni nadar. Ese momento de realización es tan devastador porque sabes que al dar ese salto, todo lo que era se desvanecerá como vapor de agua. De pronto soñabas en una cama, despertabas en una cocina, tomabas de una taza, dormías al lado de alguien, pensabas por dos, por tres, por muchos, y ¡zuás!, así no más. Ahora sólo está el yo, para bien o para mal, ya, sin más… No habrá nosotros.


Y pasan los días y los meses, y lo crees olvidado, superado y, de pronto te tomas una copa de más en un columpio, que realmente solo fue una porque ya ni tomas y te llega una avalancha de pensamientos incoherentes que te recuerdan que no se deja de amar, ni siquiera de querer de la noche a la mañana aunque estés a miles de kilómetros de distancia. He allí la necesidad del año sabático, la necesidad de limpiar el cuerpo y el alma antes de atreverte a entregársela a otro ser. Sí, se transforma, y claro que no es igual, pero aunque el olor ya no esté en tu ropa y en tu piel y los recuerdos ya comiencen a sentirse como pintados en carboncillo debajo de la lluvia, igual están allí y en cualquier momento de debilidad saltan al ataque.


Es allí cuando debes inmediatamente llamar a una amiga y decirle todas las pendejadas que se te están pasando por la mente y si eso no es exitoso, poner móvil y computadora bajo llave, antes de hacer algo de lo que luego te vas a arrepentir. No importa cuánto parezca que el otro ni piensa en ti; donde hubo amor, todos sabemos que eso es mentira, también está poniendo el móvil bajo llave de vez en cuando y de cuando en vez en algún lugar.


Pero volviendo a aquellos días de Noviembre, historia que parece tan remota y a veces tan presente, andando por la carretera en mi Frijolito, triste y removida, yo lo único que quería era espacio y un silencio infinito. Quería sentirme, quería encontrarme y en cada manejada con cada kilómetr, veía la luz después del túnel un poco más cerca, un poco más real. Llegué a New Mexico y al ver sus colores, lo vasto de su tierra y los caballos dándome la bienvenida, ¡me enamoré! Yo no podía con tanta belleza y con tan maravilloso y deseado silencio.


La familia del esposo de mi mamá se aseguró que yo estuviera querida, atendida, consentida y entretenida. Pero también fueron generosos en regalarme horas y horas de silencio. Fue como ir a un spa espiritual, en un lugar donde poco turista llega.


Me quedé en un pueblo en las montañas llamado Mimbres. Genialmente ubicado, entre 2 a 4 horas de todas las ciudades más importantes del estado, Santa Fe, Taos Albuquerque y del estado adyacente, Arizona. Tiene un pequeño aeropuerto cerca, lo que lo hace de fácil acceso y tiene la frontera con México, lo que lo vuelve aún más apetecible; en caso de antojo de sope solo es cosa de un salto fronterizo. Pero donde se ubicaba la casa en sí, eran solo laderas, animales salvajes, algunos vecinos y muchas estrellas.


Siempre me he preguntado, como hace la gente para descubrir estos lugares, para decidir vivir allí; tres días más tarde estaba yo con una realtor hablando de casas y terrenos. Mimbres no es un nuevo suburbio. De hecho, la tribu Mimbreros vivió allí desde 750 hasta 1250 AD. Si no llegas por nacimiento, llegas por puro chance como yo. Los que nacen allí se sienten atrapados en el medio de la nada, con nada pasando y buscan el escape en drogas baratas como el cristal meth, Pero los que llegamos allí, porque ya estuvimos en el medio del todo y buscamos la paz de la nada, podemos conseguir allí un paraíso. No todos los paraísos son rodeados por playas y palmeras, mi tipo de paraíso generalmente es seco, tiene cielos limpios de nubes y azules infinitos, rodeados de montañas y piedras gigantescas. Amo el desierto o el semi-desierto como en este caso. Muchos de sus actuales habitantes son gente retirada… siempre he sabido que tengo alma de gente mayor.




Ese día al llegar, me comí el mejor Chili hecho en casa y de allí en adelante era un manjar hogareño cada noche, créanlo o no, los americanos también comen rico. Durante el día paseaba o escribía y mis dos días se convirtieron sin darme ni cuenta en siete, que podían haber sido veinte. Si estuviera haciendo ese paseo hoy, seguro que allí estaría aun, porque mucho me faltó por ver y disfrutar, pero mi alma estaba en aguas oscuras que querían moverse sin parar a ver si así conseguían volver a la claridad. Sin embargo, si algún día se ven pasando por esas tierras, estas son algunas de las cosas que no pueden dejar de disfrutar.


City of Rock: Es un laberinto rocoso, que se formó hace 34.9 millones de años, después de la erupción del volcán Emory Caldera, creando con sus cenizas una gran metrópolis de rocas volcánicas. Pero no estamos hablando de peñascos, sino de rocas del tamaño de casas y hasta edificios, en forma de pináculos. De cerca es como las calles de Venecia pero sin sus restaurantes ni tiendas, llenas de rincones escondidos y remotos y, de lejos, es como un pequeño pueblo fantasma, dormido en las faldas de las montañas. Generalmente se va a acampar, hacer hiking, tracking, climbing y a quienes le gusta observar estrellas y planetas, lo eligen como un lugar perfecto para ello, por la oscuridad que ofrecen sus noches. También van muchos por el día a hacer picnic y eso fue lo que nosotros hicimos. La tía hizo los perfectos sándwiches y como película gringa, nos sentamos felices a comerlos, tomar Coca Cola y charlar y, después buscar por 20 minutos el lugar perfecto donde no hiciera frio, ni calor, ni viento, pero que tuviéramos sol.

  • Aconsejo llevar una camiseta y un sweater, porque el sol es fuerte, pero la brisa es fría. Y tomar una larga caminata, de esas que te ayudan a pensar, o a no hacerlo.

  • El lugar tiene un pequeño museo, la película que muestran es de principios del siglo pasado, pero bueno, por lo menos es interesante mirar los artefactos encontrados.


Viñedo La Esperanza: Paseando por las praderas cercadas por bellos arboles de flores amarillas que me recuerdan a un Araguaney pequeño y que dibujan de color un paisaje otoñal de época de Thanksgiving , me llevaron a hacer una de las cosas que más disfruto en la vida: tomar vino en el viñedo de la zona, La Esperanza. Es un viñedo familiar, rudimentario y pequeñito, ¡ pero con el mejor Dolcetto que yo haya probado! Su Chardoney también está muy rico, pero para probarlo solo lo podrás hacer si estás por estas tierras, o si con suerte un privado compra y te envía, porque como negocio, los viñedos solo pueden distribuir localmente; imagino que por eso existen las distribuidoras, pero su producción ha de ser muy pequeña para ellas. El hecho es que, este lugar es hermoso, sobre todo con los colores dorados del atardecer. Sus dueños son un par de retirados, que volvieron su sueño de tener un viñedo, en su proyecto de vida, después de decirle adiós al rat race del mundo laboral. La comunidad es tan unida aquí, que todos trabajan en época de recogida, para asegurarse que este viñedo siga produciendo su exquisito Dulcetto. Y hagan la cata de todos su vinos, para que vean como salen de allí muy felices… ¡¡que se los digo yo!! ¡Jajajaja!




Silver City: Fundada en 1870, es la ciudad más cercana a Mimbres. En realidad más que ciudad, es un pueblo universitario. Su universidad, Western New México University, que abrió sus puertas en 1893, ofrece 41 carreras universitarias y 18 técnicas. Silver City es un rincón de colorido, que como su nombre lo indica, se fundó como campo minero de plata. Hoy en día, la pequeña ciudad es anfitriona aun de los viejos edificios de adobe o de ladrillo, ahora habitados como estudios de artistas plásticos y fotógrafos, galerías con piezas modernas y antiguas, atrayendo a un tipo de gente muy particular. Un gran movimiento sustentable y conservacionista, que cuenta con una escuela Montessori, no es cualquier pueblito de carretera. Aquí puedes encontrar desde una tienda vintage con una colección de sombreros única, hasta un café orgánico, al lado del mejor lugar de BBQ. También tiene un museo dentro de la universidad que vale la pena visitar, donde nos cuentan la transformación de Silver City y la zona, durante los años, pasando por la época de las carretas y forajidos. Como la ciudad fue construida a lo largo del río, el agua puede ser un problema, así que sus aceras y construcciones son elevadas, para evitar las antipáticas y molestas inundaciones del verano.


Una cosa que me llamó la atención, fue ver cuántas mujeres de carreras universitarias ya retiradas, se han mudado a estos lugares, a llevar vidas más acorde con la paz que jamás consiguieron en sus ajetreadas vidas profesionales, dándose la oportunidad de desarrollar otros intereses como, sus lados artísticos y espirituales, que las hace mucho más felices, aun dejando la comodidad y el lujo atrás. Y es que adonde llego, más y más encuentro esta tendencia de búsqueda, de profundizar en el verdadero sentido de la vida; lo material, el despilfarro y lo externo vs la búsqueda de algo más duradero e irónicamente sólido. Siempre hemos pensado que lo tangible es lo sólido, pero lo único transcendente de verdad es aquello que ni tocamos, ni vemos y casi ni entendemos: El alma. El alma es lo único de nosotros que perdurará, por lo que debería ser lo primordial de alimentar en nuestras vidas.


Gila Cliff Dwellings National Monument: Son la casa de la tribu Mogollón, que construyó su reserva dentro de las cuevas de esta montaña en forma de niveles. Hoy día aún puedes ver sus paredes y algunos artefactos rescatados, pinturas en las paredes, como también restos de mazorca. Los arqueólogos han identificado 46 cuartos que albergaban de 10 a 15 familias. Hay dos de estos dwellings en New México, pero solo en éste se puede llegar dentro de las cuevas. Es una experiencia imaginar la vista con la que despertaban todas las mañanas y su día a día dentro del corazón de una montaña. Aunque parece complicado subir para llegarles, la verdad es bastante fácil, para gente de cualquier condición y cualquier edad. Un dato interesante, es que el famoso indio Gerónimo es de aquí y en el pequeño museo ubicado en la entrada del parque, puedes saber más sobre ello. En este museo el video es algo que hay que ver.


Lo que me gusta de ir a lugares como éste, o como Yuma, es que uno siempre piensa: “¿pero qué voy hacer yo allí?” y termina uno descubriendo un mundo diferente al que siempre está acostumbrado. Como siempre digo, todo lugar tiene algo especial que ofrecer, así como todo ser humano, dos caras.


En New México mi corazón empezó a latir más lentamente, mis pensamientos se hicieron más claros y tranquilos, compartí otros sistemas de vida, y las historias de otros seres. Aquí celebré Thanksgiving y buscando razones para darle las gracias a quien había dejado atrás llena de rabia y rencor. Comencé a soltar, a tomar responsabilidad y a perdonar. Fue ese día y el trabajo consciente de buscar razones para agradecer porque era la energía y el propósito del día, en que mi vida comenzó a cambiar. No fue en la decisión de irme, no fue en la acción de hacerlo, no fue en aferrarme a lo malo para que doliera menos, no fue en apuntar el dedo en dirección contraria. Fue por el contrario cuando me lancé en el amor, en toda la belleza creada, en todo lo que se dio, se soñó, se forjó y se compartió; fue al lanzarme y dejar fluir el dolor que causaba pensar en lo hermoso del otro y de todo y agradecer cada minuto compartido, donde comencé este viaje interno por donde ahora transito. Nos aferramos a lo malo porque lo bueno duele demasiado, pero no vemos que es en lo bello donde conseguiremos la real cura para nuestra alma herida.



Medité todo el día en cada momento mágico y perfecto, en cada cosa que aprendí, en cada acción que sí hicimos bien, y extrañe, lloré, y deseé que allí, en ese espacio, todo se hubiese desarrollado, pero el mundo es más complejo que eso y no es solo quien es uno, pero el momento en el que uno está y por donde está transitando, lo que hace que las cosas tengan diferentes resultados. Luego escribí un mensaje, di las gracias, sonreí, sin importar cual fuese la respuesta o si la habría, porque el trabajo no era “deja ver que escribo para conseguir una respuesta” sino, “necesito decir esto, y que se sepa”, fui a celebrar. El día Acción de Gracias más gringo que he tenido desde mis días en Georgia, allá por los 90’s, con cena a las cuatro de la tarde, pavo, puré de papas, y puré de papa dulce con marshmellows on top, green beans, gravy, chutney de cerezas, pumkin pie, pecan pie, y todas las cosas ricas y tradicionales que llenan la panza ese día.


Me senté en una mesa donde el más joven tendría 50 años y de resto en los 60’s. Me impresione que por primera vez en 25 años en USA, oía como conversación principal de sobremesa, hablar de historias de blancos y negros, durante el momento de tensión que vivía el país con la reciente elecciones presidencial, aún sin saber la suerte que correríamos con Mr. Trump como cabeza de estado. Por primera vez me sentaba en una mesa donde se volvía a hablar de derechos civiles que no fueran los derechos de los gays, que son los que se han peleado durante mi época. Por primera vez las mujeres me contaban de sus dificultades en los cincuentas y como de niños no los dejaban jugar con los niños de color y como hasta hoy algunos siguen siendo algo homofóbicos, pero más de no entender que de realmente tener fobia. Era una mesa de puro liberal democrático y mientras ellos hablaban de todo yo pensaba: “¡wow!… y heme aquí: latina, bisexual, extrajera” Y entonces, alguien dijo: “prefiero que mi hijo sea gay a que tenga tatuajes” y pensé: “¡joder! Esa barajita también la tengo” y sin poder controlar mis palabras lo dije en voz alta. Todos voltearon y escucharon mi historia, y de allí cada uno contó la suya, porque cuando alguien se abre a la verdad, le da puertas abiertas a los demás para también hacerlo.




La tensión de lo que estaba por venir a nivel de estado se sentía en el aire, un cambio radical de vida estaba por llegar, y todos los sabíamos. Cuando las cosas se dan por sentadas, cuando no se aprecian, la vida te las quita para que aprendas a luchar por ellas. Así estaba el país y así estaba mi vida. Tanto que había tomado por sentado, tanto que no aprecié, mi trabajo, mi estabilidad, mi desarrollo, mi círculo de amigos, mi familia, mi estado de ascenso, mi sentimiento de crecimiento. Siempre he sido de decir que por amor uno debe arriesgarlo todo… hasta haberlo hecho unas tres veces ya y darme cuenta, que eso no es necesariamente siempre tan inteligente. Si uno ya ha conseguido el amor más importante, el de uno, si las bases están fuertes para no derrumbarte, no importan los acontecimientos o por lo menos, sino hay tanto que perder, bueno se hace o quizás si es la primera vez y todo hay que probarlo por lo menos una vez, de lo contrario es un precio muy alto para pagar y una responsabilidad muy ardua para el otro tomar. El amor no lo puede todo, hay que darle un empujón…cito.





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