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Venezuela: ¡Un Paraíso en Llamas!

  • Writer: Ileanna Simancas
    Ileanna Simancas
  • May 12, 2017
  • 8 min read





Las antípodas, dígase el lado opuesto del planeta de un lugar, o el lugar de la superficie terrestre, diametralmente opuesto a otro, es decir, su punto más alejado en el planeta Tierra. Eso quiere decir que si comenzásemos a perforar la Tierra en línea recta hasta salir de nuevo a la superficie, desde por ejemplo, donde me encuentro hoy, Ubud-Bali, apareceríamos en la ciudad de Venezuela que más amo (después de Caracas, claro): Mérida… o por lo menos, según mis cálculos, con la fórmula dada para conseguir la respuesta.


Esta información que no conocía hasta hace una semana, me sorprendió en demasía. Bali, el lugar más pacífico, místico, elevado, y energéticamente perfecto en el que yo haya estado, es la antípoda de un país en llamas. Si abriera el hueco del conejo de Alicia, saldría del cielo al mismo infierno.


¡Ah! pero eso es sólo para aquel que no conoce la historia de Venezuela. Mi país, un día, no hace mucho, también fue el paraíso; fue aquel lugar que le abría la puerta a los países que como ahora él, se encontraban en conflicto por injusticias, guerras, comunismo, fascismo, persecución política y más. En los 40’s y 50’s se llenó de europeos huyendo de la guerra y el fascismo; españoles escapando del franquismo, judíos perseguidos, y hasta algunos de los mismos Nazis que los perseguían, porque en Venezuela había cabida, bonanza y alma para acogerlos a todos; además de usarlos, claro, para que con todas sus capacidades, formación y conocimiento ayudaran a avanzar el país.


Los europeos cambiaron no solo nuestro color de piel, sino también, la manera de ver el mundo y sobre todo, de saborearlo, regalándonos con la mezcla de dos mundos ¡una gastronomía única! Desarrollaron nuestras ciudades y transformaron nuestro urbanismo. Turcos (dígase cualquier persona de descendencia árabe, musulmana o realmente turca) y chinos (dígase cualquier persona de rasgos asiáticos) también consiguieron abrirse camino por el suelo de Cruz Diez en nuestro aeropuerto internacional, y heredarnos una vena de negociantes. Luego llegaron los cubanos escapando del comunismo de Fidel, y los siguieron los colombianos huyendo de la guerrilla que tenía a su país sumergido en una guerra que reclamaba cientos de vidas a manos del narcotráfico. Me pregunto si todos ellos hoy nos abrirán igual sus puertas.


Venezuela era sin duda un paraíso de abundancia… Un paraíso físico, con la belleza del mar Caribe de diferentes colores, arenas blancas y caramelo; con corales, peces, vegetación infinita, tepuyes que alojan una ecología única y desiertos como los del Sahara. Este país verde y de temperaturas perfectas, en donde tirabas una semilla y tres árboles mágicamente aparecían en tu jardín, cubre sus líneas de mujer con montañas y cordilleras, con ríos y nieve, con la cascada más alta del mundo y el teleférico más elevado; con fenómenos de relámpagos y tormentas eléctricas únicas en el planeta, con el desarrollo de un país de primer mundo, aún siendo de tercero.


El venezolano en los 80’s salía a Europa y le parecía un continente estancado en el tiempo y el retraso; el venezolano salía de su tierra solo por unos días de vacaciones o como mucho a estudiar, y volvía corriendo porque como nos decían los amigos “tas loco pana, no vale, solo de vacaciones, yo de aquí no me voy” por que como Venezuela, no habían dos. El hombre venezolano salía con todas, pero solo se casaba con una “negrita”, porque el “tumba’o” de sus mujeres era incomparable a los ojos azules y la tez de nieve de otras chicas de lenguas ajenas. Suena a sueño, ¿verdad?, pero lo prometo, yo no exagero, yo no creo una historia salida de mi imaginación, yo lo viví.


En Venezuela alguna vez, aunque menos en mi época, se vivió sin delincuencia, o eso me cuenta mi mamá. Ella llegó a dormir con puertas abiertas y sin miedo. En mi época eso no era así en todos lados, pero si había lugares donde hasta yo lo viví. En la capital los niños crecíamos en la calle y con la delincuencia normal de cualquier metrópolis loca y quinceañera. Yo viajaba a dedo, o como decimos nosotros, “pedía cola” a la playa, escapada del colegio, sin que mi mamá lo supiera, claro, y conseguía no solo quien me llevara al mar y el sol, si no, hasta novio encontraba en mi aventura. Los ojos de mi hermana 17 años menor que yo, a quien le ha tocado crecer en una Venezuela muy distinta, de miedo y casa por cárcel, pasan de chinos a almendras cada vez que le cuento de esos días.



Yo caminaba sola las calles de mi ciudad de día, y con más cuidado de noche, pero lo hacía. Yo llegaba a las 5:00 de la mañana de fiesta, y dormía en la playa (llámese la arena) con mis amigos. Yo andaba en Metro, en carrito, en cacharrito o carro fino, y no vivía con miedo. Yo me metía en El Valle, en Petare y Catia, y amaba Sabana Grande; me iba a tomar chicha con mi prima en la Plaza Venezuela, iba al centro a comer o a comprar las famosas cadenitas de oro con mi tía, trabajaba en el Ateneo de noche y sin carro, y en RCTV en Quinta Crespo… y me iba al mercado a comprar ropa, y no exactamente el de Chacao, y eso que yo era considerada una “sifrina” más (llamese niña fresa, gomela o pija) de colegio de monja. ¿Pero saben qué?, más que unos halagos de esos que no sabes si pegarles o reírte, nunca nada me pasó… Quizá era yo y mi suerte, o quizá el país era otro, pero ¡esa es mi historia! Yo me llenaba la boca diciendo que como mi país no había dos.


En mi patria todos íbamos a la fiesta, la muchacha que limpia le daba consejos a su jefa, y la jefa le pagaba el colegio a la hija para que estudiara igual que la niña de la casa, y tuviera así un mejor futuro; y la niña de la casa amaba a la muchacha y la respetaba casi tanto como a su mamá, y se iba a bailar en el barrio a celebrar el cumpleaños de su nana. Y el que se esforzaba salía del barrio, aunque ahora quieran decir lo contrario… pues, yo tengo una familia entera que ratifican que si, que así era, porque ellos lo hicieron, pudieron y salieron.

En mi país claro que había pobreza y diferencias sociales, pero jamás miseria y odio. En mi patria hubo bonanza de país petrolero, donde la gasolina fue y sigue siendo, más barata que el agua, y las ganancias del oro negro si le llegó a mucha gente, más de lo que queremos recordar, sí, porque en mi país hubo una clase media y fuerte, y eso solo pasa en países donde la riqueza es medianamente mejor distribuida. USA ha sido una potencia porque su clase media es la mayoría, pero así y todo sigue habiendo pobreza, no se crean… Y yo recuerdo algo así de Venezuela. Su capital tenía autopistas de primer mundo pero también los gallos, los grillos y las ranas cantaban como despertador o canción de cuna.


Si, Venezuela fue y es un paraíso de riquezas naturales que nos otorga el reconocimiento como el tercer exportador de petróleo del mundo; tenemos gas natural, carbón, hierro, oro, bauxita y energía hidroeléctrica. Venezuela tiene el tercer río más caudaloso del mundo, tiene parte del pulmón del planeta -el Amazonas-, tiene uno de los lugares de corales más diversos de la Tierra, y por nuestras patria pasa la hermosa cordillera de los Andes, por donde el Libertador de Latinoamérica, nacido en mi país, cabalgó para que su gente pudiera bailar a su propio son y no el vals de sus colonizadores.


Su gente es guapa pero también inteligente y siempre conectada a la abundancia, a poder más, a crecer, a querer ser más de lo que nacimos siendo. Tenemos más Miss Universos que cualquier país, pero también libertadores, médicos que han descubierto vacunas como la de la lepra o el agente trasmisor de la fiebre amarilla, científicos que han sido nominados y otros que han ganado el Premio Nobel de las Ciencias; santos, ingenieros reconocidos, altos cargos en empresas en todas partes del mundo y beisbolistas estrellas; ganadores de Emmy’s, de Grammy’s, nominados al Globo de oro, top models, poetas, pintores, artistas y escritores, y gente que revoluciona las comunicaciones.


Fuimos pioneros de la televisión de Sur América, y pusimos de moda las novelas por el mundo. Nuestros artistas y músicos rompen fronteras y se vuelven iconos internacionales, y aquí los nombro sin distinción de, si son blancos o rojos, porque hoy lo que me importa es que son venezolanos, como Franco De Vita, Dudamel, Edgar Ramírez, María Conchita Alonso, Patricia Velásquez, Carolina Herrera, Ángel Sánchez y tantos muchos otros que, aunque sin ser tan mundialmente reconocidos, son respetados en el mundo del entretenimiento. Y aquí podría quedarme cinco horas, solo nombrando todo lo que este país, que ahora es infierno, nos ha regalado siendo paraíso.

Y entonces me cuentan en Bali, que aquí también ha habido caos, y bombas, y protestas, y dictadores, y momentos agrios. Y entonces me dicen que este paraíso tiene una historia de guerras contra colonizadores, y contra los que intentaron dominar. Y me charlan de hambrunas vividas luego de un tsunami que alejó el turismo por años, y de momentos arduos que no se parecen en nada al paraíso en el que hoy vivo. Y será que entonces debo darme con una piedra en los dientes por mi suerte, que a veces maldigo, de tener el privilegio de vivir en estas antípodas en sus momentos de luz, de abundancia, de alegría, ¡de paraíso!


Claro que hay cosas que no eran ni son perfectas, claro que en todo lugar hay luz y hay sombra, pero somos nosotros los que decidimos por cuál camino andar, de qué alimentarnos; somos nosotros los únicos que podemos escoger ser Luke Skywalker o Darth Vader. Yo quiero ponerle un faro grande a nuestra luz como país, porque de oscuridad ya tenemos suficiente.


Según todos los eruditos espirituales y hasta la ley de la atracción, es donde pones tu foco lo que crece, es eso que iluminas lo que se alimenta, entonces, ¡no!, no estoy ciega a un sin fin de cambios que deben hacerse, ni ciega a que la transformación empieza en casa y no solo en partidos de gobierno; no estoy ciega a la horrible violencia que nos enfrentamos, no estoy ciega a la delincuencia, al éxodo, al hambre, a la injusticia, a los presos políticos, a la corrupción, al narco gobierno.


No estoy ciega a que el venezolano debe aprender a vivir en unión de nuevo, y dejar atrás la ley del vivo, o el chiste eterno, o la esquizofrenia que nos hace un día héroes y otros, villanos. Somos una nación de liderazgo, pero el liderazgo mal manejado lleva a la tiranía; lo tenemos todo para el ser, no solamente un país libre; tenemos todo, desde riquezas naturales, bellezas geográficas, talento humano, imagen y hasta casta para ser de nuevo la batuta hacia la luz de ¡toda Sur América! No estoy ciega a lo malo, pero lo bueno de mis recuerdos me deslumbra, y a ello le doy mi luz.


Cada vez que pensemos que todo esta perdido debemos recordar, nosotros, los que sí vivimos esa Venezuela de la que hablo, que sí se puede tener de vuelta a ese país, porque si lo hubo, que aunque hoy haya que derramar sangre, si hay un camino. Que jóvenes lucharon con Bolívar, que otros nos libraron de Gómez, y que la generación de mi madre también perdieron la vida sacando a Pérez Jiménez, mientras que la generación X nos habíamos salvado hasta hoy de batallas y dolor, pero ahora nos toca luchar al lado de nuestros hijos para tener de vuelta a nuestra patria.

Recuerden que Dios no te da pruebas que no estés preparado para superar, y que todo lo que hay que hacer es cargar al país en nuestros hombros, todos unidos en un mismo ritmo y por una misma misión… devolver a Venezuela a su estado natural de paraíso.


En la calle, con el respeto que exigimos se nos dé (aunque nos sea negado), en la unión, en el orden y en paz, que nos ponen tanto a prueba día a día con bruta fuerza, podremos rescatar a un país que ya no es una niña malcriada sino, una amazona dispuesta a hacer oír sus tacones “loud and proud” por los caminos de la ¡democracia y la libertad!


Los 2 millones de venezolanos que estamos fuera, estamos lejos pero no ausentes; desde donde estemos no hay nada más que quisiéramos que estar allí, pero no todos tenemos esa suerte… entonces, luchamos con otras armas, aportamos de otras formas, pero estamos allí con ustedes, ¡estemos donde estemos! porque desde lejos todos soñamos con el día de volver a pisar de nuevo ese gran suelo de ¡Cruz Diez!, y tocar siquiera una vez mas el paraíso.


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