Eat Pray... ¿Y el Love?
- Irma Garcia Valles
- May 26, 2017
- 7 min read

@irmaleticiagarciavalles
A más de 2 años de haber pasado por un doloroso divorcio, y el segundo en mi vida, me encontraba perdida entre corrientes cruzadas. Por un lado me sentía adolorida y por el otro agradecida. Sin duda no estar más en ninguna de esas dos relaciones había sido para bien, pero la forma aún dolía.
La mañana de un día normal de trabajo en mi empresa, en la que apenas me iniciaba como socia, recibí un mensaje de Facebook de una amiga. El mensaje solo contenía un Link de un reportaje en la revista Chilango.com que hablaba sobre un viaje a Bali, para hacerlo de la mano de una tal Ileanna Simancas. Con su nueva empresa Lilith’s Travel, ella había diseñado una experiencia, o como luego conocí le llamaba, un ‘viaje con propósito’ tipo la película EAT, PRAY LOVE, que pretendía inspirar a la mujer latina para viajar a esa isla asiática en el otro lado del mundo y hacer realidad el sueño de muchas; vivir el viaje de Julia Roberts en carne y hueso, encontrarse, y con suerte volver a casa enamora de su propio Felipe, John, Gunter o Giacomo, o de la nacionalidad que fuese, mientras que fuera un amor como salido de cuento. Bueno, ella solo prometía el Eat, Pray, Travel… el amor era cosa del destino y la decisión de los dioses.
Conocía bien la historia que el artículo mencionaba; antes de ver la película por tv, ya había leído yo el libro hacia unos casi 10 años. Inmediatamente dejé lo que estaba haciendo y me metí a ver la página, leí todo acerca del viaje e hice contacto con su creadora. Fue toda una experiencia desde un comienzo: atreverme a ir tan lejos, a hacer los trámites del viaje con alguien desconocido, volar al otro lado del mundo sola, sin saber el idioma y con muy poca seguridad con mi inglés (soy mexicana). Sin embargo pensé, Dios me envió esto por alguna razón y debo ser valiente y tomar la oportunidad. Hablé con Ileanna por facetime, le tomé confianza e hice todo lo que ella me indicó; una larga lista de sugerencias para el viaje que iban desde cómo empacar, hasta tomar vitamina B un mes antes de llegar para evitar la picada de mosquitos; lo cual sirvió de mucho porque mientras los mosquitos hacían de las suyas con las demás viajeras que hicieron caso omiso a la sugerencia, a mi ni me olían. Valió la pena algunos granos que me salieron con mi sobredosis de vitamina B.
A pesar de las advertencias de mis amigas de cómo se me ocurría confiar en alguien que no conocía de nada, que no tenía una empresa que nadie pudiera confirmar y que capaz que la tal Ileanna tomaba y dinero y salía corriendo, yo seguí mi instinto, y el día 7 de abril emprendí el viaje a Bali, y ya en el aeropuerto, todas mis dudas, de pronto sólo se habían vuelto esperanzas.
La primera tarea de Ile fue que escribiéramos en el avión la razón que teníamos para venir a este viaje, y así estar claras de nuestro propósito aquí, así que durante el vuelo escribí. Pensé detenidamente por un rato: “¿para que estoy haciendo este viaje?”, me pregunté, y después de meditarlo, me di cuenta que lo hacía para cerrar ciclos, para aprender a desprenderme, a dejar todo y descubrir algo nuevo, para aprender a meditar, saber más sobre mi misma y lo que hay en mi interior, allá lejos, sin el ruido que la rutina y la gente a mi alrededor hacían estando en casa, quería aprender a amarme, quería sentirme sola y disfrutar de mí misma. Entender por fin que tal vez yo soy lo único que necesito para ser feliz, bastarme a mí misma, compartir conmigo misma, y quizá aprender como hacer todo esto. Ya Ile me había comentado que Bali era un lugar especial donde la gente cerraba y abría ciclos, así que supe entonces que iba al lugar indicado.
Esperaba conseguir con este viaje encontrar la armonía y el equilibrio que necesito, y sabía que existía dentro de mi. Siempre me escapaba de mi, llenándome de gente y cosas por hacer, pero esta vez, deseaba perderme físicamente de las personas y rutinas de mi vida cotidiana, ya sea para dejarlas ir sin temor o para valorarlas de verdad. Alguna vez leí que siempre hay un lugar donde perderse para encontrarse y ésta fue mi oportunidad. Deseaba buscarme y encontrarme a mí, sabía que yo era lo único que tenía, y a Dios dentro de mí sosteniéndome como siempre.
Finalmente, Bali se convirtió en mi presente y allí encontré los métodos y las herramientas, las terapias y las reflexiones que se me proporcionaron en un viaje diseñado para que al final del cuento el destino y puerto de llegada seas tú. Aprendí, en tan solo 15 pero intensos días, a aceptar en mi vida, sólo aquello que deseo y me hace feliz. Moría de pánico por el idioma, pero todo fue más fácil de lo esperé, el miedo estaba más en mi cabeza que en la realidad. Fueron dos semanas de búsqueda, de diferentes tipos de terapias, meditaciones, cursos, yoga, un viaje hacia mi interior, una aventura de conexión conmigo para poder así conectar con el amor y con el universo.
Haber podido tener la oportunidad y el tiempo, para poder también conocer, las diferentes regiones de Bali, desde sus playas, restaurantes, cascadas, su cultura, sus templos, sus ceremonias, su encantadora gente y hasta sus tiendas, es algo que llevaré por siempre en mi corazón, o en mi ‘hati’. Desde mi vuelta a casa, no hay día que pase sin recordar nuestro viaje, pero cuando escucho la canción “Despacito “ es como si volviera a estar ahí, en el carro con mis compañeras y Gede (el loco conductor balinés), mientras aturdíamos a Ile con un reggaetón más… uno más… y “¡anda Ile, uno mas!”
Cuando terminó el viaje con este grupo de mujeres, que a pesar de la diferencia de edades países, y temperamentos, terminamos descubriendo que teníamos más en común de lo que se podía imaginar, yo decidí que debía irme por una semana sola, a una isla frente a Bali. Ahora que me sentía más fuerte y más realizada que nunca, sentía la paz y la armonía que tanto había soñado. Supe que estaba completa, que ya no necesitaba nada más, sólo vivir, respirar y tomar todo lo maravilloso que la vida nos ofrece a cada segundo.
Llegué el Lunes 24 de abril a Gili Trawangan, no se ni porque fue ahí que terminé, la verdad mi plan era llegar a Lombok, pero el ferri que quizá ‘equivocadamente’ tomé me había llevado a Gili. En cuanto llegué, decidí quedarme un día más del planeado. Soy una persona que planeaba todo, pero en estos momentos ya todo había cambiado para mi, estaba ya lista para escuchar y sentir las señales y esa era una señal, el lugar era muy pequeño y precioso. Cada día que estuve ahí lo disfrute como Riki Ricon, en la película, cuando sus padres desaparecen, había desaparecido todo lo que me ponía límites y me sentía libre y feliz, amada y realizada, complacida con todo y con todos.
Estuve por 4 días haciendo meditación, mis oraciones, oyendo música en mi cuarto de un hotel cualquiera, disfrutando la alberca, los amaneceres y los atardeceres; comía delicioso, caminaba por la playa, observaba todo, hacia yoga diario, y por esos días me complacía a mi misma todo el día. Me llené de agradecimiento, le agradecí a Dios por mi divorcio, por mi vida y por todo lo que soy y lo que tengo. Por mi amor hacia mí , por sentirme completa y acompañada aún cuando nunca había estado ni más sola ni más alejada de mi casa y mi gente.

El último día en Gili, al llegar al hotel esa la noche, para beber una cerveza y fumar un cigarro al lado de la alberca, como lo había hecho cada día desde mi llegada allí, me sentía feliz. Yo ya sentía aquel lugar como mío, había estado ahí 4 días y no había más huéspedes que yo. Sin embargo, cuando entré aquella noche, note a un hombre sentado en “MI” camastro usando “MI” cenicero, y algo dentro de mi, ya no sintió alegría, me sentí invadida y algo inconforme, - que pronto entendí que la felicidad es un camino, no un destino - aunque rápido recordé que el lugar era un hotel, y no mi villa privada. Solo bebería una cerveza y fumaría un cigarro, lo que me tomaría no más de 10 min, por lo que podía sentarme en otro lugar y tirar las cenizas en otra parte, bien lejos del intruso ladrón de ceniceros. Obviamente no me sentía con ánimo de hablar inglés, era mi última noche y quería estar relajada. Compré mi cerveza, me senté afuera de mi habitación, pasé enseguida del apego a “mi” camastro, y ya resignada, ni voltee a ver al intruso. Me senté a unos 4 mts de él y encendí mi cigarro, cuando entonces el muy abusador me dijo en inglés que si quería sentarme allá con él cerca del cenicero. Le respondí, cordialmente espero, que no gracias, pero el insistió que podíamos compartir el cenicero y entonces pensé, “vamos mujer, es sólo por 5 min”, así que me paré de mi asiento, camine hacia él y me senté diciendo, “vale, pero no quiero hablar porque mi inglés es muy malo”, a lo que él respondió, "de donde eres?", "de Mexico", afirmé. A lo que el contestó, “hablemos español entonces”. ¡Wow!, la alegría que sentí al oír mi idioma después de cuatro días, fue celestial.
No quiero aburrir a nadie contando que, como dice la canción de Sabina , “y nos dieron las 10 y las 11, las 12 y la 1 y las 2 y las 3”, y vimos las estrellas en el mar, acostados ambos en un solo camastro, que ya no era “mío” sino “nuestro”. Debo aceptar que ha sido de las mejores y más inocentes noches de mi vida. Todo parecía planeado, y ahora sé que si; Dios lo tenía planeado para ambos, nuestras historias de amores mal correspondidos, nuestros corazones heridos, pero aún con la capacidad de creer, de confiar y tal vez, porque no, de volver a amar. Hoy, a un mes de haberlo conocido en una noche mágica e imprevista, ese hombre alemán-español, ‘abusador y ladrón de ceniceros’, sigue hablándome a diario, y compartiendo su día a día, desde el otro continente y otro huso horario conmigo, y yo con él claro; nos dedicamos canciones, y compartimos fotos, y sueños a futuro. En un mes haremos nuestro primer viaje juntos, me viene a visitar a México como todo un caballero, ya tenemos vuelos comprados y hotel reservado en Tulum. Sin saber cómo terminará esta historia, nos dejamos llevar por el querer de un sentimiento mutuo y maravilloso, que me ha hecho reír aún más de lo que ya lo hacía después de haber dejado a mis compañeras un día de abril. Y aunque con cabeza, ya comenzamos a tejer un futuro juntos en mi querida tierra Azteca.
Mi viaje a esta isla Indonesia, al otro lado del planeta tierra, con unos kilos de mas, y un alma más abierta, terminó siendo para mi una verdadera experiencia Eat, Pray and LOVE, en todo su esplendor.
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