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Sonó la campana a las 6 de la mañana.

  • Mariolsi Hernández
  • Sep 7, 2017
  • 6 min read

Por el 2013 intentaba planificar unos días de vacaciones con mi mamá, ella emocionada con esa cara que ponen los niños cuando están seguros que el otro va a querer jugar con él, me dice: ¿y si nos vamos a la Hacienda la Concepción? Pero yo que soy niña de mar, puse cara de que la verdad no me apetecía jugar con ella. Pero un día estando en mi computadora me entró la curiosidad de averiguar sobre la bendita hacienda, así que busque información, y que tan grande fue mi sorpresa cuando me enteré que no era cualquiera hacienda, sino un Centro de Sanación-Spa dirigida por Dr. Efraín Hoffmann. La haciendo queda en Venezuela, Valencia, capital del Estado Carabobo, ubicada en un pequeño pueblo llamado Aguirre. Al leer “sanación”, mi interés se transformo a un alegre ¡sí! y fue de esta manera que comenzó la aventura de unos días de Spa en la Concepción, al lado de mi mamá.


Llegó el día de partida en un autobús dirección Caracas-Valencia desde el terminar de Los Teques, y yo rezando que el autobús no viniera con animación incluida. Por alguna razón, ahora se les ha dado a los autobuseros por amenizar la fiesta apunta de Vallenatos que por mas que intento, no logran gustarme, y mucho menos a todo volumen. Pero Dios como que estaba de mi lado y me hizo el esperado milagro, un viaje de carretera tranquilo y sin ruido alguno. Llegamos a Valencia alrededor de las 10:00 am, pero el taxi que contratamos para que nos llevara a la hacienda llegó con retraso. Entre la dulce espera y el calor en Valencia - que es horrible- yo ya estaba verde del estrés … “respira, respira y respira…” me decía mientras vivía la dulce espera, hasta que atraído por mi mantra, el taxi finalmente llegó.


La chica que manejaba era muy agradable, se disculpó tantas veces que de sus disculpas podría haberme hecho un collar, y al final el trayecto al pueblo de Aguirre termino siendo muy ameno. Era como transporte escolar, un taxi lleno de mujeres; las Chicas Superpoderosas, o sea mi madre y sus dos amigas que siempre se anotan a toda aventura, la conductora, y yo. Llegamos a la Hacienda después del mediodía, muertas de hambre, y comenzó la odisea. En la hacienda no quedaba almuerzo, así que no quedo mas que salir a recorrer el pueblo en busca de un lugar que nos diera de comer, a el transporte escolar de mujeres hambrientas. Después de un rato de dar vueltas sin mucha suerte, ¡bingo! a un pequeño restaurante le quedaba almuerzo, sencillo pero perfecto, una deliciosa sopa con arepas asadas (comida tradicional venezolana).


Felices con la panza llena, volvimos a la hacienda, con una cara ya mas agraciada que cuando llegando nos quería matar de hambre. La hacienda es un hermosos lugar, donde desde que entras estas rodeada de vegetación y fauna, con gallinas, gallos, patos, y todo eso que se espera uno encontrar en una hacienda. A pesar de ser inmensa, decidimos recorrerla y descubrir todos sus rincones. Me encantó de pronto conseguir recuerdos de mi infancia en sus columpios. Las habitaciones son diferentes, algunas para seis personas, mientras hay lindas churuatas para parejas. La de nosotras era muy cómoda y espaciosa con dos duchas y en el pasillo las ¡hamacas!.


En la primera noche, mientras dormía plácidamente, bajo la canción de cuna de los grillos, de pronto una terrible campana pretendía matar mi felicidad, o a mi de un ¡susto! A las 6:00 am, diaria y religiosamente pasaban por la puerta de las habitaciones tocando una campana, y sin ser esperada ese primer día me levanto de sopetón. Entre dormida y furiosa salté de la cama con mis rulos tan violentos como yo, preguntando que pasaba. Ellos en modo zen y tan frescos como una lechuga solo contestaron que era la hora de comenzar las actividades. Yo que en mis vacaciones soñaba con dormir no me quedo otra que alistarme. No me arrepentí de levantarme tan temprano, cuando supe que la primera actividad que realizaríamos sería Meditación. Cada mañana nos calmaban o nos activaban con una actividad diferentes como yoga, Tai Chi, caminatas, bailoterapia, etc. Estas actividades no eran propiedad exclusiva de las mañanas, sino también parte de nuestras tardes después de las seis. En las mañanas, luego de las actividades, desayunábamos muy ligero y sano con yogurt casero, frutas y nada de café o azúcar, en su lugar té y melaza a base de papelón. El resto de las comidas eran también saludables y vegetarianas, caseras y deliciosas. Los masajes comenzaban a las 9:00 am, el primero que disfrutamos fue el de Cuatro Elemento Sauna-Vapor, Arcilla, Exfoliación y Hidroterapia. El resto del día gozábamos de la tranquilidad de la naturaleza y la piscina, horas que aprovechaba para leer un libro que había llevado “Cuando Dios Era un Conejo”.




Al siguiente día la cosa se puso mas ruda. Nos llevaron a una caminata que en mi cabeza era un pequeño paseo tranquilo por la hacienda, hasta que el simpático guía nos dice “subir por aquí chicas”. Yo lo vi y casi me río en su cara, era la subida de una montaña que no se veía nada amigable. Estuve a punto de dar media vuelta y volver a mi cama cuando de pronto pasó una viejecita con un bastón…. Si señores, la viejita subía la ¡montaña!. Cuando la vi con sus arrugas y su bastón la montaña se volvió un reto, que termino siendo una tertulia de risas y historias, hasta llegar a la meta. Como regalo por nuestra audacia volvimos por nuestro facial y mas piscina, mas libro y mas hamaca. ¿Porque será que una hamaca siempre llama?



Una cosa que fue importante para mi en este viaje fue reconocer lo efímero que son los miedos. Cerca de la piscina hay un sauna que cuando uno entra tiene forma de útero, conectado a un túnel que da hacia la piscina. Desde el primer día lo había visto pero el túnel no me gustaba, su oscuridad me daba miedo. Pero en algún momento de mi estadía, me puse a hablar con una señora mas, en mis miles de platicas hasta con las mesas y los manteles, y ella me explico el sentido de ese extraño y misterioso útero que me causaba tanto terror. Era una especia de terapia de renacimiento; me contó como ella se introdujo y salió por el túnel a la piscina, que había sido una muy interesante la experiencia que no debía dejar de vivirla. Pero yo de inmediato me negué porque el miedo era mas fuerte que mi curiosidad. Sin embargo, me quede con la cosa en la cabeza de lo que me iba a perder por no dejar mi tonto miedo atrás, que en realidad generalmente lo son… tontos, ¡digo! “ ¿Cómo voy a dejar que el miedo me domine si el túnel es corto y la piscina no es onda”, me repetía. Ese día por supuesto no lo hice, pero 24 horas mas tarde, mande al miedo a dormir un rato en la hamaca y me lancé, una, dos y no me acuerdo ni cuantas veces mas nací y renací, porque me emocioné con el túnel al que tanto le temí. De de allí en adelante entendí la importancia de dominar tus propios miedos, si no quieres que ellos te dominen a ti.


Esos días de Spa conocimos a muchas personas que estaban recluidas en el Centro por diferentes motivos: jóvenes con problemas de adicción, personas mayores con problemas de salud, conocimos a una jovencita que era de Aruba que su mamá la llevó ahí porque tenía problemas de conducta y en aquel tiempo tenía ya dos años recluida, y su mamá jamás la visitaba. Conocí otra que estaba de visita quien estuvo recluida por problemas de drogas y se rehabilito, y así muchas historias. Y uno dice que tiene ¡problemas!... Es en los espejos donde empezamos a ver lo afortunados que somos o que no. A ellos los levantaban entre 4:30 a 5:00 am a trabajar la tierra y hacer otras actividades, y a tener sus consultas con los terapeutas entre ellos el Dr. Hoffmann.



El ultimo día en la Hacienda conocimos al Dr. Hoffmann que nos dio una clase de yoga extraordinaria. Sus clases son muy amenas, conversamos con él un rato cosa interesantes, y nos invito a que en la hacienda camináramos descalzas para tener un contacto mas directo con la naturaleza yo traté pero me costaba un mundo andar descalza. En ese ultimo día nos dimos un masaje que se llama el Californiano, que es fuerte porque te toca las emociones. Entendí finamente durante esa terapia que no estaba loca cuando cada vez que me tiraba en la hamaca escuchaba unos gritos. El masajista me animo a gritar yo también en algún momento del masaje para así soltar emociones enterradas en nuestro cuerpo. Yo recomendaría tomar este el primer día para tener tiempo de recupérate en el mismo spa, porque es fuerte.


Esos días de Spa fueron inesperadamente espectaculares, primero porque pasar unos días con la persona que me trajo a este mundo y AMO es maravilloso, segundo porque le di a ella un gusto que pensé no disfrutaría tanto y termine disfrutándolo plenamente, y tres, no hay nada mejor que consentir tu cuerpo y mente y salir de la rutina para lograrlo.




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