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México: ¿Realidad o Realismo Mágico?

  • Writer: Ileanna Simancas
    Ileanna Simancas
  • Sep 10, 2017
  • 6 min read

La palabra para describir México que primero se me viene a la mente es: Comida… Ok, la segunda: Chile… Ok, está bien. Una que no esté relacionada con mi glotonería para describir lo que yo sentí en este primer viaje de reconocimiento fue:

Contraste.


Uno llega con nociones preconcebidas de lo que ha visto toda su vida en las telenovelas o lo que conoces de su folklore o lo que manejas de su gente desde el conocimiento remoto de aquellos que viven fuera. Pero México es como una perfecta representación del realismo mágico del cine latinoamericano y Laura Esquivel, el comparativo a Almodóvar. México es como un “Agua Para Chocolate”, donde si aparece una mujer desnuda en un caballo secuestrada por un bandolero enamorado en medio de la Cibeles, no te sorprendería. Superficialmente parece ser este país tradicionalista, católico, apostólico y romano, pero cuando empiezas a escarbar, ¡madre mía!, lo que sale es loco, moderno, atrevido, y hasta bizarro… y ¡ME ENCANTA!


Para empezar, lo basto de su ciudad capital es solo comparable para mí con Los Ángeles. Es una ciudad a la que es imposible entender en el poco tiempo que estuve. Un edificio colonial, al lado de uno de los 70’s, seguido de uno que podría ser de cualquier época un poco ya destartalado, pero que le da hogar a un restaurant gourmet súper de moda. Creció sin prejuicio ni orden, sin preocuparse mucho en lo que adornarían sus calles o lo que coexistiría en un mismo lugar. Calles empedradas que aparecen de la nada al salir de un autopista y pueblos mágicos adyacentes que enamoran, pero sin entender a ciencia cierta donde acaba la ciudad y donde llega el pueblo o como te encontraste de pronto allí. De veras, no puedo recrear una foto real de lo que es, solo puedo expresar lo que a mí me ha parecido a primera vista con lo poco que llegué a disfrutar.


Su gente es también fiel a estos contrastes, siendo de no muy simpáticos, como me pasó en el aeropuerto de DF o algo tira la piedra y esconde la mano, como me ha tocado conocer en el mundo de la televisión o, elitistas, de esos que preguntan “y ¿cuál es tu apellido?”, y tú que le quieres decir, “ni se moleste señora, yo soy tapa amarilla”, hasta la gente increíblemente amable, amorosa, educada y servicial con la que yo haya tratado. Una humildad indígena, a la que también se le une un esnobismo que se heredó de una realeza Maya.


La ciudad está llena de historias contrapuestas; Homofobia, en un país donde el matrimonio gay es legal y ves a las parejas caminando tomadas de la mano amorosamente y aparentemente tranquilas por las calles. El machismo, al lado de historias de mujeres ejecutivas que le alquilan un vientre al marido más joven porque ellas no están para andar pariendo, solo porque él quiera un bebe, “aquí está, amor. Te alquilo un vientre y tu cuida del bebe porque yo tengo que atender el negocio”, que te recuerdan un poco a la Reina de Sur.


O una hermosa joven, con cara de inocente universitaria, que es conocida como Madama de actrices, cantantes y modelos y que además tiene sus juntas con el narcotráfico… O mi favorita, una de las periodista que me entrevisto, una profesional muy seria y respetada por su público, que aparte de ser increíblemente graciosa, es abiertamente bisexual y sadomasoquista(con amo y todo) y aparte de dar clases al respecto (y ser swinger) está sacando su libro: ‘Las Cincuentas Sombras de Fer”. Así mismo, con dos pares de cojones… y como dirían en la madre patria ¡Ole sus huevos! ¿En qué país se sabe esto de una persona pública tan abiertamente, si es que en USA con disque tanta libertad que hay, que un artista salga del closet aún es un horror? Bueno, imagino que si Thalía mañana sale diciendo que se enamoró de Lucerito, seguro pegarán el grito al cielo, pero me late que en este país al final del cuento, todo es válido si tienes la personalidad de asumirlo.


Cuando hablamos del Mexicano, por lo general pensamos en mil cosas: el charro, la novelera, el recoge-tomate, el buser del restaurante, la cantante famosa, el arte y Frida Kahlo y las playas de la Riviera, pero se nos olvida pensar que tienen una historia milenaria, un pasado tan rico como el de los egipcios, que también tienen pirámides e historias de Faraones, momias y riquezas incomparables. Como no va a ser una sociedad llena de contraste. Lo que menos contrasta es su mezcla de razas. Parece que el extranjero no ha dejado tanta huella como por ejemplo en Venezuela, donde el indio se difumina entre la mezcla del blanco y el negro. Así que en México me dicen blanca y parezco alta. Creo que conseguí el lugar perfecto donde vivir… Finalmente podré dejar de lado mi trauma de medio metro.



Tiene una cosa que me recuerda a la India: esta mezcolanza de lo nuevo y lo viejo, el ruido y la melodía, los olores y sus sabores picantes, los colores que invaden la vista, las flores, globos y carritos de comida que adornan las esquinas. En México, todavía hay rastros de esa vida de ayer, con el camión de la basura que pasa sonando la campana dos veces al día por algunos de sus barrios, para que los vecinos bajen a tirarla -mi casa estaría llena de basura, con lo floja que soy para esas cosas-. Las bodas en las plazas donde los observadores le podemos gritar a la novia que no lo haga, que está a tiempo aún de correr, mientras otro dice que no le digamos nada, que dejemos que se entere ella solita. Con mariachis que aparecen donde no lo esperabas y uno de los cientos de personajes que se te acercan diariamente a venderte algo, resulta ser un profesional de los tulipanes quien termina convenciéndote que necesitas decenas de ellos en tu casa y se los compras todos, sabiendo que de tu mano nunca ha crecido nada; más bien hasta los cactus han sufrido la crónica de una muerte anunciada bajo el techo de tu hogar.



Y estas en medio de la metrópolis, y el caos, y el ruido y así, sin más, llegas a un pueblo mágico. Esto, fue lo que conocí en México que más me encanto, la existencia de la ruta de estos pueblos. Y allí dije: “Eso es. Cuando vuelva a Latino América, eso es lo que quiero hacer, la ruta de los pueblos mágicos mexicanos”. Son pueblos que se quedaron sumergidos en el pasado, con sus casas coloniales y/o coloridas, sus calles empedradas, sus iglesias, y museos, y ¡ahhhhh! sus carritos de comida y raspados en la calle. Los raspados, señores. Los raspados en México son algo impresionante. La mayoría de los lugares a donde he ido como Italia, Estados Unidos, Venezuela, Colombia, España, y hasta India… todos tienen un concepto del raspado… pero como estos, yo jamás había probado. Lo más parecido sería un sorbete fresco. Un carrito lleno de una selección increíble de frutas en almíbar hechas en casa, que tú eliges para tu vasito de hielo granizado, haciendo de él el mejor postre de la vida. Y que les digo de sus tortillas, ¡buah! ¡Eso sí es una tortilla de maíz de verdad! Nunca había sido amante de la comida disque mexicana a la que estamos acostumbrados afuera, hasta que vas al mercado en Coyoacán y te comes un sope de Doña Rosa y unas simples quesadillas llenas de sus guisos deliciosos, realmente mexicanos y te preguntas: “¿qué será esa cosa horrorosa que he comido toda la vida como comida Mexicana?

Las dos ciudades que visité tanto Guadalajara como DF, me enamoraron con su gastronomía. Los mejores tacos en DF, uno de nopal con queso a la plancha y arrachera (carne) ¡yummmmm! Te da hasta arrechera que sea tan buenos o si eres colombiano… te da hasta de esa arrechera ¡también! Los picantes caseros, las papitas condimentadas con chile, los churros, los chilaquiles crujientes de Guadalajara y no todos aguados como te dan en otros lugares; los raspados en Tlaquepaque, el pueblito Mágico dentro de la ciudad de Jalisco donde puedes además escuchar mariachis y ver bodas o sentarte en la plaza a escribir o contemplar.




Sé que ambas ciudades van mucho más allá de lo que yo pude disfrutar. De Guadalajara puedo decir que su vida en el barrio de Chapultepec, barrio del que se han apoderado los jóvenes hipsters, totalmente lleno de vida de noche y de día con sus muchos restaurantes y cafés al aire libre. Una peluquería súper buena, que el cabello me quedó intacto por tres días, Salón Urbano XP en el mismo barrio. Puedo decir que la ciudad lucha por ser la número uno como lugar para turismo de ferias, festivales y convenciones, con un encuentro con el arte, con su festival de cine, su gran feria del libro. Simplemente, Tlaquepaque me enamoró con su mágico encanto de antaño. También puedo decir que su asado y sus chilaquiles son maravillosos y su festival de cine es simplemente el más grande en el que haya estado.



Del DF, bueno solo sentí, aquí no vi más que estaciones de TV y radio; miré todo desde el carro. Pero comí como los Dioses y viví su correcorre de ciudad. Puedo decir que Coyoacán es donde viviría de vivir en DF y que me encantaría volver para poder conocer de verdad a México lindo.



Seriamente pienso que quizás es una buena idea pasarme un tiempo recorriendo y conociendo esta tierra, porque creo tiene mucho que ofrecer y yo muchos kilos que engordar. No es difícil entender por qué la gente se enamora de este país lleno de historia, arte cultura, gastronomía y sin duda alguna contrastes en cada esquina.


¡#DeMochileraPorPueblosMágicos será el próximo hashtag!




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