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Desayuno a la carta en Austin: ¡La escena de un crimen!

  • Lili Quintero
  • Sep 26, 2017
  • 4 min read

“Desayuno llanero ! Lo que más he amado de #Austin #Codorniz con huevo frito Diosssss y el #biscuit! Yummmmm! @countercafeatx Sorry vegetarianos”


Ella publica su post como lo hace todos los días, y yo, espero por él porque me he vuelto asidua a sus aventuras; hay algo muy atractivo para mí por debajo de sus vestiduras verbales, empiezo a sentir una interesante empatía. Pero esta mañana al abrir su cuenta en Instagram me he conseguido con una imagen absolutamente ofensiva y nefasta, la escena de un crimen estrafalario además y literalmente amarillista. Hay un cuerpo allí de Ave, un esqueleto asado, demasiado estridente para mis ojos.


Entonces me digo, ¿qué te pasa Lil, estas juzgando a esa chica por ser diferente

a ti?. Pero diferente a tí en esta nueva Lil, la casi vegana que ha vencido sus tentaciones a punta de un valor y una voluntad sorprendentes, pero que hasta hace tres años atrás comía pollo todos los días de su vida. El menú favorito en mi infancia era: hígado encebollado y pasta bolognese. Sí, y las vacaciones familiares tenían siempre el mismo destino; la finca de mi padre. Allí los rituales diarios consistían en la cría de animales que luego terminaban en nuestros estómagos. Por años y años presencié la matanza de vacas, cerdos, gallinas, venados y codornices; las pobres codornices que mi papá sin ninguna maldad consciente criaba artificialmente en pequeñas jaulas que él mismo construía.


No sé si saben los pasos a seguir para matar a un Morrocoy por ejemplo, un Morrocoy es como una Tortuga grande pero de caparazón distinto. Al animal lo voltean boca abajo para luego con un machete en mano proceder a golpear fuertemente hasta despegar totalmente el caparazón de sus entrañas, estando el animal vivo, la mano del hombre desgarra todo su interior para introducirlo en agua hirviendo, con el corazón latiendo aún, algo similar a lo que hacen con las langostas. Para esperar que la carne se sancoche entre viva y muerta hasta llegar al punto de cocción necesario para sacar, desmechar, y preparar como un pasticho al horno. A las codornices, por otro lado, las estrangulan igual que a las gallinas y a los pollos.


Durante mi estancia en la finca practicaba lo que yo llamo, contemplación estática de la realidad, entonces pasaba horas observando el comportamiento de las vacas por ejemplo. Sus movimientos pausados, la capacidad de permanecer horas de pie, en armonía con la naturaleza, comiendo su pasto, dando teta a sus becerros, serenas, pacientes, en equilibrio perfecto. Nunca olvidaré una escena muy cruel, una vaca en pleno embarazo ultrajada por un hombre para llevarla al matadero. Los Sonidos que emite una vaca cuando la llevan al matadero son ensordecedores y los de ésta en particular eran aterradores. Fue tanta su resistencia que cayó tendida de rodillas como pidiendo clemencia, pero todo era inútil, allí estaba el carnicero con el camión listo para llevarla a un matadero, de allí a una carnicería, para descuartizarla en pedazos y luego venderla por kilos, en paquetes que irían a un refrigerador, para luego ser servidas en mesas, y ser el plato exquisito y seductor para cualquier comensal.


Escribir sobre esto me duele, pero siento que es necesario porque me libera y quizá pueda abrir un espacio en la conciencia de alguien más para la compasión. Los humanos somos ciegos y tan insanos en nuestras prácticas diarias de sobrevivencia.


Hace tres años dejé de comer carne animal, hoy todos los días me pregunto por qué no lo hice antes. Pasé más de cuarenta años siendo participe de una cadena de dolor. Me pido perdón y más aún les pido perdón a ellos. A cada uno de los que vi morir sin poder hacer nada por defenderlos. Bueno más de una vez lloraba desconsoladamente cuando los veía morir, pero eso era lo normal, lo cotidiano, no había en mi conciencia, un ancla que me sacara de allí.


Mi proceso en el cambio de alimentación empezó a partir de mi experiencia con una ONG local, la Red de Apoyo Canino en Venezuela, asistí como fotógrafa a Jornadas de Esterilización masivas de gatos y perros de la calle, esa experiencia y el contacto con proteccionistas me sensibilizo de forma radical. Empecé a tomar conciencia y a investigar sobre el maltrato y las prácticas criminales y salvajes en mataderos, laboratorios, etc, etc. Esto aunado a enfrentar en una terapia personal todos los traumas arrastrados desde mi niñez en la memoria visual de tantas matanzas. Y con la asistencia de una preparación espiritual que está también en proceso.


Decidí entonces parar, detenerme en ese ejercicio. Por temas de salud ya había dejado los lácteos, y las carnes rojas, entonces continué con las carnes blancas, hasta que las dejé todas a un lado. Con los huevos ha sido más lento. El tema con estas transiciones es que no deben ser extremas puesto que el organismo tiene sus tiempos para irse acoplando orgánicamente.


Yo no me considero una persona radical y por eso me tome mis tiempos, y he ido dejando de consumir productos de origen animal, para así de alguna manera, sentir que no contribuyo con ese dolor. Una manera quizá de expresar mi respeto y mi compasión por tantos animales sagrados ultrajados en su derecho a vivir.


Hasta la mañana en que vi este post, aún consumía huevo, tanto de gallina como de codorniz. Luego de esta escena bochornosa y frontal hubo un cortocircuito en mi conciencia y me dije: ¿Y entonces? ¿Qué estás esperando? Ya diste los pasos más difíciles. Así que este desayuno llanero, lo más amado de Ileanna en Austin, ha sido el detonante para decir Good bye a los huevos.


Hoy debo decirte: “Gracias Darling porque esa excentricidad me hizo un click”.

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