La Mentira
- Angela Montiel
- Oct 17, 2017
- 5 min read
Es necesario caminar por terrenos resbalosos, para aprender a caminar…a veces hay que perderse para encontrar el camino…a veces necesitas vivir el dolor para valorar la alegría…a veces, las cosas simplemente deben suceder para darte cuenta de la verdad...a veces.
Cada persona tiene un camino que recorrer, una luz que encender; Todos los acontecimientos nos conducen a Dios y todo trae una enseñanza, sólo debemos aprender a leerlos y entenderlos.
Hace tiempo, viví el final de una hermosa relación de amor, la misma que una vez - como empiezan las historias- estuvo llena de matices y colores inimaginables, pero un dia se esfumó envuelta en un remolino de situaciones difíciles de soportar, situaciones en las que no quería estar; y esperanzada en que las circunstancias encontraran el camino para recorrerlo juntas, así como la tierra húmeda del invierno espera la primera puesta de sol del verano, mi invierno se hizo infinito y mi verano nunca llegó; Conocí a una chica de mente clara y bondad natural, con la que sin respiro ni pausa, me fui involucrando afectivamente, todo surgió así, de prisa, con magia, pero de prisa…no dí espacio a sanar mis heridas, no me busqué, olvide re-encontrarme, no me dí tiempo, no escuché mi silencio, que tanto bien me hacía escuchar, nadie me lo había negado, fui yo, quien se olvidó de la intimidad con mi ser. Los días pasaban de prisa, y yo aún me encontraba con las secuelas de la relación que acababa de morir, y con la esperanza del futuro en otra que podía nacer…Todo iba y venía, sucedió tan veloz que me perdí en el tiempo.
Mientras, el tiempo avanzaba entre alegría para una y tristeza y recuerdos para otra, en eso se debatía mi alma; solo algo estaba claro en medio de aquella espesa situación de sentimientos y emociones, mi relación había terminado, mi tiempo en ella había expirado, mi corazón lo sabía, pero como en toda pérdida, debí aceptar ese dolor y aquella enseñanza. Y ciertamente, dentro de mí llovió pero había perdido el sentido de esa tempestad, deje de mirarme y torne mi vista hacia ella, la persona que dejaba atrás y empecé a sentirme responsable del destino de su vida, de su dolor, y hasta cierto punto sentí una culpa que hoy entiendo no merecía sentir. Con el tiempo comprendí, que hay personas que no están destinadas a ser parte de tu vida, solo te desgastas en intentos y senderos planeados, pero a veces, erróneamente llegamos a pensar que si no tenemos algo, no tenemos nada…y la vida no es así, no es un rompecabezas donde vas insertando piezas que encajan a la perfección, la vida viene cargada de muchas formas y maneras y de matices musicales. En esos días aprecié que la única felicidad de la que podía ser medianamente responsable, era de la mía.

Intentando que mi pasado y mi presente no se cruzaran, empecé a mentir, a distorsionar realidades, verdades, personas, momentos y circunstancias. ¿Que hacía mintiendo? me cuestioné más de una vez y entre todo mi murmullo, silencie a mi voz interior y continúe mintiendo, resultaba más fácil la mentira que enfrentar la realidad. Lo que alimenta la mentira no es el silencio de lo que ocultas, es el temor que te obliga a mentir de nuevo. Tarde entendí que negar una historia o una circunstancia de tu vida, no la hace inexistente. Lo atractivo de la mentira es lo fácil que resulta decirla, pero cuantas cosas lleva escondida bajo su sombra. A veces mentimos para salir del paso, para negar la realidad, para impresionar, por inseguridad, por falta de coraje…por TEMOR.
Es escalofriante la cantidad de barbaridades que somos capaces de hacer, que fuí capaz de hacer, para no ser descubierta; la mentira consume a quien las dice y destruye por dentro a quien las recibe. En la boca del mentiroso nada será verdad, aunque estés pronunciando la verdad más contundente de tu vida. Una gota de mentira puede desvanecer un mar de confianza. Al mentir no medía las consecuencias, no pensé en el daño que causaba. El miedo a asumir cada momento me desfiguro, la mentira hizo irreconocible hasta mi propio reflejo en el espejo.

¿Que sucedía conmigo?... ¿Por qué había dejado que el miedo me paralizara?... Yo, que tanto predicaba “aprender a caminar sobre tus miedos’’, y allí estaba, paralizada por el miedo.
Con el paso de los meses descubrí que aquella mujer que había conocido, y a la que le había mentido era un ser extraordinario, había magia en su andar, ella era ternura y pasión, ella era tanto… Era cálida y serena, como la brisa tibia de la chimenea en las noches frías de invierno y cada momento a su lado era poesía. Y así empecé a enamorarme de su ser, de su mente, de su esencia. Parecía haber descubierto la compañía perfecta en mi mundo imperfecto. Sin embargo, mi carga ya estaba pesada, ella estaba quizás lista para mi, pero yo no para ella; mi yugo mentiroso me perseguía al andar, como una sombra, no importaba hacia donde me moviera intentado remediar, no se apartaba de mí, no me dejaba escapar. En el amor no hay fórmula mágica que seguir, llega sin avisar, sacudiendote con fuerzas, nublando la razón y embriagando al corazón.
Al poco tiempo, fui descubierta, no por mi valentía de encarar la verdad, sino por su astucia en ¡encontrarla! ¡Es como quitarte una armadura muy pesada! y Mi angustia comenzó…
Cada vez que escuchaba sus muy válidos reproches, lograba sentir el dolor que había causado, y la herida que había tallado. Ella estaba incrédula, sin entender lo sucedido, más allá de la desilusión, no lograba encontrarme, todo se había tergiversado entre la realidad y la mentira, ¿quién era de verdad la persona que había conocido?. No me reconocía, no podía verme, mucho menos verme igual. Aun llevo grabada cada una de sus palabras en mi mente, y su pregunta favorita para ese entonces ¿Por qué no me dijiste la verdad?

Mis días se nublaron, ¡cómo quería volver al principio!, ¿cómo calmar su pena y su rabia? Me destrozaba verla así; me cuestione incansablemente ¿cómo fui capaz de herir y lastimar a alguien, a quien solo deseas ver felíz?... Así de frágil son la vida y los sentimientos. Aunque dí rienda suelta a las disculpas, a pedir perdón, que te perdonen no significa que tendrás de vuelta lo que perdiste. Todos los errores tienen un precio que pagar y una enseñanza que aceptar, mi responsabilidad era aprender a no mentir, a no hacer daño, a saber que soy un ser humano en desarrollo, y perdonarme por ello. Aun trabajo en ésto cada día y mi lección por un tiempo se vió dibujaba cada noche con lágrimas en mi rostro.
No era sólo mi perdida lo que lloraba, era mi falta de perdón para conmigo. Me convertí en mi verdugo, el haber mentido me había robado parte de mi esencia.
Hasta que un día leí una frase que comenzó a transformarlo todo: “ A veces perder el equilibrio es parte de tener una vida equilibrada”. Esa frase fue la absolución a todos mis errores. Empecé
a caminar por la playa, a desempolvar mis escritos y desnudar mi alma en el papel; empecé a darle sentido al dolor, a buscar mi enseñanza, a no mentir a comprender que no sólo soy esa persona que mintió, eso fue un error, soy algo más… ¡mucho más!. Cuando empecé aceptar verdades contundentes sobre mí, baje mi cabeza y me pedí perdón, y hoy camino sabiendo que tal vez, me equivocaré mil veces más, pero mientras logre entender mis errores y trascender, siempre estaré ganando. Hoy camino con una lección aprendida, intentando hacer el bien, hoy aprendí que no soy ni mis errores ni mis virtudes, soy la capacidad de trascender hacia la mejor versión de mí cada vez…y esa es mi verdad.

Julio, 2017
Viña del Mar, Chile
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