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Una luz roja siempre significa STOP

  • By Ileanna Simancas
  • Oct 29, 2017
  • 20 min read

Mi primer día en Ho Chi Minh, conocida antiguamente como Saigón, la zona base de la famosa Guerra de Vietnam, fue una montaña rusa de emociones.


Este es mi segundo viaje a Vietnam, el primero lo amé, quizás porque iba con una amiga, y siempre cuando estás acompañado, los viajes son un poco más fáciles, por lo menos en ciertas cosas. Pero cuando uno está solo, o al menos cuando yo lo estoy, es otra historia. Lo primero que me sucede es que desconfió de cualquiera que se me acerca a ofrecerme algo y hasta de los que yo me acerco buscando información en el área de turismo, y mucho más si es hombre. Así que lo primero que intento hacer es tener un vehículo, ya sea una moto, carro, chofer o aunque sea una bicicleta para tener movilidad, independencia y no tener que lidiar con nadie tratando de venderme cosas que no quiero ni me interesan… Pero a veces, no logras hacerlo lo suficientemente rápido y sufres las consecuencias; por cierto si vienes sola a Ho Chi Minh hay un servicio de tours en motos hecho por mujeres muy chulo, XO Tour.


Como muchas veces lo he dicho, me encanta quedarme en AirBnB porque inmediatamente tienes alguien en el país que puede ayudarte a navegarlo más fácilmente; claro hay anfitriones más comprometidos que otros en crear una experiencia única de tu viaje, y hay otros que simplemente quieren hacer un par de dólares extra, pero en general siempre es un buen comienzo. En este caso en particular, mis anfitriones eran definitivamente tipo dos, ella vietnamita, él francé; ella con los pies en la tierra, él con grandes alas de artista digno de Café Des Artistes; la pareja perfecta para unir los dos mundos en una sola casa. Me dieron la bienvenida con mucha conversación e inspiración, aunque poca información tangible que pudiera usar en mi excursión por la ciudad. Esa noche comí en un huequito al lado de la casa un pho de carne, o sea un consomé ligero con fideos de arroz, y me fui a descansar sin saber muy bien que haría al día siguiente. Se suponía que incluido en la estadía me darían clases diarias de yoga y me habían preguntado mi preferencia de hora… pero al llegar me dijeron que a las 5:30am y eso definitivamente ¡no era mi preferencia! Tiendo a empezar el día temprano, pero no taaaan temprano, a menos que sea muy necesario. Así que me levanté con calma a la hora de siempre y allí comenzó el subibaja.


Lo primero fue darme cuenta de lo mucho que estoy aferrada a mi tradición de mí café por la mañana y de cómo no hacer este ritual me puede alterar hasta el humor. Mi despertada va algo así: abro los ojos, doy gracias, cojo el móvil, respondo lo que hay que responder, veo el Instagram, y me salgo de la sabanas, voy a hacer pipí y de inmediato me preparo mi delicioso café negro en greca con canela y cardamomo, dos cucharadas de azúcar; hoy día azúcar de coco que es maravillosa y finalmente me siento por 20 minutos a contemplar el mundo para darme tiempo de organizar mi mente, mis ideas y mi día. Este ritual es tan importante para mí que me despierto dos horas antes de que tenga que salir de casa, no importa que tan temprano sea, solo para poderlo hacer, es algo así como mi meditación en acción; de hecho es tan importante que siempre viajo con mi café y cafetera; pero por alguna razón, quizás por empacar a última hora y apurada, olvidé mi bolsita cafetera de viaje… ¡Gran error! y así llegó el primer momento montaña rusa del día. Phillip, con su gran sonrisa de yogi me dice: “no hay café, lo siento, lo estoy dejando y si hay en la casa me lo bebo; pero hay té” ¡ ¡ ¡TÉ??! ! ! Quería como gritarle, “¿ ¿ ¿¡ ¡ ¡teeeee!!!???, ¡TE volviste loco! … ¿ ¡Tú me viste cara de Buda!? ¡Yo necesito mi ritual! ¿Dónde está el café? ¡¿Cómo puedes tener un Airb&b y no tener café, es lo más básico?!” Todo eso paso solo por mi cabeza claro, en 5 segundos sentí como mi rostro se transformaba y se volvía el de un animal a punto de saltarle a su presa; yo creo que él lo noto, porque me sonrió aun más grande, a ver si su suavidad conseguía apaciguar mi rabia. De pronto me di cuenta cómo es que un pequeño cambio en mi rutina me podía arruinar el día, y me dije “Ile, es solo café, toma té, conversa un rato y luego te buscas un café por ahí, no vas a morir por eso”. Así lo hice y poco a poco volvieron a la calma mis aguas, porque la cosa no era para tanto alboroto… ¿O sí?


Saliendo de casa, Philip me recomendó un lugar justo al lado para el café. Café Selfie… sí, sí, tal cual Selfie… No tenía a ese punto de mi mañana la fuerza de seguir andando y buscar otro lugar, a pesar de que para nada se veía como un sitio donde me gustaría hacer mi meditación mañanera pero moría de hambre y de necesidad de cafeína o del sabor que me es tan familiar cada mañana. Era un sitio más bien feo en un intento de no serlo, no olía bonito, había ceniceros llenos de colillas y cenizas en las mesas y, al sentarme para colmo tumbé uno en el piso, después de haber ordenado, y por mas que se los dije, me miraron, sonrieron y siguieron haciendo su vida sin ni siquiera inmutarse; digamos que Vietnam no es conocido por los altos estándares de limpieza o estética, pero bueno, ya estaba allí y no me pensaba mover hasta tomar un café. El brebaje mágico llegó y no estaba mal, pero el sándwich… ¡Dios!, pensé que en Bali no sabían hacer sándwiches, pero ésto era incomible… así que me lo tragué (literalmente, casi sin respirar) la mitad de igual manera porque cuando hace hambre Ileanna no puede pensar, y mi estómago está acostumbrado a la aventura. Salí de allí tan pronto como pude y seguí la ruta a ningún sitio, sólo buscaba deambular y ver que sorpresas ocurrían.



Fue así como me tropecé con Kho, un hombre de 50 años que parecía de 80, pero con la fuerza de 30, y los dientes de 100… como suele ser el caso de mucha gente humilde alrededor del mundo…. Necesitamos más Dentistas sin fronteras en esta tierra. Anyhow, Kho es un conductor de esas viejas bicicletas que eran usadas como medio de transporte en el pasado, (bici-tuc), que tienen un asiento, y cual reina te llevaban pedaleando de un lado al otro, antes que aparecieran los carros y las motocicletas. En su época, me imagino era lo normal y común, pero hoy día cuando lo haces te sientes como una esclavista… o así me sentí yo. Generalmente no hago ni esto, ni me monto en carretas tiradas por caballos a menos que no haya de otra, o que vea que al hacerlo ayudo a una familia a sustentar su día. Fue así como terminé en la bicicleta de Kho y su sonrisa de dientes manchados, torcidos y faltantes. El insistió tanto mientras yo me tomaba selfies en el parque, que finalmente hice lo que nunca debes hacer, ¡lo mire a los ojos!… es allí como pierdes la batalla, ahí ya él sabe que te tiene porque le abriste tu corazón, tu persona. Yo generalmente cuando no quiero que me sigan molestando, vendiendo algo o lo que sea, miro para abajo, ignoro, y hasta prefiero pasar por grosera, porque ya se que si empiezo a hablar y los miro ¡me tienen!




Kho me parecía tan flaquito que ¿cómo iba a poder conmigo?… yo no puedo ni conmigo en la bici, no me podía imaginar a éste hombre pedalee que pedalee conmigo delante. Sin embargo, él me prometió que era fuerte y que podía pedalear sin problema porque hacía ejercicios todos los días. Me monté y la verdad fue una gran decisión. Kho me llevó a lugares turísticos a los que yo por mi propia cuenta no hubiese ido, como el museo de la guerra y una pagoda famosa porque Mr. Obama la visitó… seguramente pidiendo que Mrs. Obama le diera otro bebé (a éste lugar los locales van a pedirle a sus dioses por el milagro de la maternidad). Ir a estos sitios de una manera poco convencional, sin duda lo hace más interesante. Es verdad que me sentí como una reina, especialmente cuando empezó a llover y él tan lindo paró la bici para poner el techo y cubrirme las piernas con otro cobertor, mientras el pobre se mojaba. Luego le pedí que parara para comprar un poncho y le ofrecí uno, pero me dijo que no, que él tenía muchos y no hacia falta, que sólo para mí. Me ayudó a ponerme el poncho, y cada vez que parábamos en algún lugar, me recibía de vuelta con una gran sonrisa. No hablaba mucho, su inglés era limitado, pero lo suficiente como para dar un buen servicio. Yo sabía que el hombre me estaba cobrando como turista tonta, sabía que $10 es mucho más de lo que ni un taxi hace desde el aeropuerto, pero también tenía complejo de culpa por usar a un ser humano como un animal de carga llevándome de un lugar a otro, así que no protesté. Cuando íbamos por las calles de Saigón en su bici él iba sonriente, y la verdad yo también, me gustó muchísimo la experiencia de conocer la ciudad de ésta peculiar manera, al lado de alguien tan nice como Kho.


Cuando se pasó la hora, le dije que ya se había acabado, me dijo esperanzado “¿otra hora?”, le dije que no pero que 30 minutos más y me dejara en un restaurante que me habían recomendado. Aceptó, pero no sin antes hacerme parar una vez más, esta vez en la fábrica de laqueados, imagino que le dan una comisión por cada persona que lleva, y eso me alegró, quizá Kho tendría un buen día. Finalmente llegué al restaurante, aún quedaban como 25 minutos para la segunda hora, pero decidí que $20 era mucho para él y poco para mí, que en lugar de comprarme esa camisa siempre podía pagarle las dos horas completas y hacerle el día, quizá hasta el fin de semana. Abrí la billetera y comencé a buscar 500.000 VND (Dong Vietnamita) para pagarle, pero primero conseguí uno de 200.000 VND, sabía que tenía más de esos por ahí, y se lo di mientras buscaba el resto. Aquí tienen la mala costumbre de meterse en tu billetera y “ayudarte” a conseguir el billete que necesitas, ya me había pasado antes, así que cuando él lo hizo no me extraño, sacó un billete que por un momento pensé eran 50.000VND, y todo fue tan rápido y confuso que pensé que yo había entendido mal el precio de la hora y eran 250.000 VND por dos horas, le di las gracias con cariño y me fui… pero sintiendo que algo no estaba del todo bien. Cuando entré al restaurante, y mi querido Kho ya se había marchado sin dejar huella, me di cuenta que el billete que cogió no era de 50.000 VND sino de 500.000 VND; mi querido Kho me había timado descaradamente, en mis narices, y yo ni cuenta me di hasta que fue muy tarde.



Viniendo de un país como Venezuela, uno está acostumbrado a que te roben con violencia, a que estés totalmente consciente mientras sucede, es más, creo que es parte del plan que así sea, que el asalto deje marca física, emocional y mental, pero cuando pasa de esta manera silenciosa, casi pasiva-agresiva, en tu cara pero con “amor”, no sólo te sientes ultrajada sino ¡imbécil! Cuando es en tu cara sin que puedas decir que no o algo que estaba a tu lado y de pronto sin saber ni como ya no esta, es humillante. Pero esto más que rabia, me llenó de una profunda tristeza, de pensar lo baja que puede ser la naturaleza humana. Cuando sentí que podía estar segura, confiar, relajarme con aquel extraño porque nada pasaría; cuando había hecho las paces con saber que me estaba de por sí “robando” porque su precio era una locura en términos de Vietnam, pero lo tomé como mi colaboración con su día, así como él hacía un gran aporte al mío mostrándome su ciudad; llega y me arrebata de la bella sensación que se genera de creer en otro ser, especialmente en un extraño. Pasé de: “amo este paseo, esta ciudad que interesante, qué maravilla estar experimentado esto”, a: “odio ser turista, me quiero ir a mi isla ya, ¿porque los hombres son tan desgraciados?” y toda esta retahíla de cosas que me amargaron por lo menos una hora de mi día, y que sin duda dejarán consecuencias, como ya lo ha hecho cada abuso del que he sido víctima por personas en el mundo del turismo de todos los países en que he estado, y más aún cuando se es una mujer viajando sola.


Si toda persona que trabaja con turistas hiciera su trabajo desde la real intención de querer compartir su cultura y país con otros, enfocándose menos en el dinero y más en la experiencia, la historia sería otra, el turista como yo estaría feliz de pagar precios inflados mientras tuviera un servicio humano, seguro y placentero, y ellos tendrían clientes que si no repiten seguro les recomendarían con otros... Pero para eso no se puede pensar en la satisfacción instantánea sino la inversión a mediano/largo plazo.... y cómo nos cuesta operar desde esa mentalidad. Trato sin embargo de no conectarme con el miedo y la inseguridad porque así se pierden muchas oportunidades de experimentar cosas nuevas; pero sin duda cada grano de arena va creando una duna, y formando una mujer y viajera más prevenida. Prefiero siempre usar servicios proveídos por mujeres o buscarme la vida y experimentar todo por mi misma, cosa que funciona genial cuando tienes tiempo, pero no tan bien cuando tienes los días contados sin haber hecho ningún tipo de investigación previa.


Después de digerir este otro tipo de abuso, que a veces se siente tan feo como si fuese físico, tan violador de tu privacidad, y peor aun, de tu alma, seguí mi día. Claro que esa comida en ese restaurant, Lemongrass, fue imposible de disfrutar, no sólo por el incidente sino también porque no era lo que se llama especial y el lugar en si era viejo y sin encanto. Al terminar decidí darle la oportunidad a algo mas… ¡Uber bike! Todo el mundo lo usa en Asia y era tiempo de intentarlo, e irme a buscar rentar una bike propia y ya dejarme de problemas de transporte…. Pero Murphy's Law, comenzó a llover, es época de lluvia y en eso pasas la mitad de tu viaje (septiembre al parecer es el comienzo de el agua en Vietnam). Un café y dos cancelaciones de Uber más tarde, finalmente me lancé para el área de los backpackers, que honestamente deja mucho que desear.


Este viaje me ha conectado con algo que quizás aún no había realmente internalizado… si, es verdad que yo tiendo a ser una viajera más aventurera y a todo terreno que muchas, pero también es verdad que hay dos cosas que necesito para realmente sentirme cómoda y disfrutar, independencia de movimiento y belleza. Hay muchos tipos de belleza y no siempre es física; quizás podríamos llamarle a lo que busco, armonía y conexión; el balance entre la belleza física, la conexión con el alma del lugar y sin duda gran parte de esto se consigue a través de la interacción con su gente, su gastronomía y su cultura.




Para mí y eso hasta como lo veo hoy, a Vietnam le falta armonía, color, alegría, es como que el comunismo se hubiese encargado de desmantelar al país de sus viejas tradiciones, ceremonias y religión, y con ello su color. No es un lugar donde la belleza estética tenga un puesto muy importante dentro de la cultura, y eso se nota en cada esquina, sucio, bizarro y a veces hasta lúgubre. Claro que hay de todo, claro que empiezas a conseguir rayos de luz en sus ciudades, y cuando te entras en sus pueblos como suele suceder, comienzas a ver otra cara. Unos dirían que mejor que se quede como es, no cambiar la naturaleza del país y volverlo otro rincón de la colonización del occidente, pero hay cosas que vale la pena que se transformen; además siempre guardará su propia esencia, pero un poquito de corte, lavado y engrase no le viene mal a nadie. A mi la verdad si me encanta lo que la mezcla de culturas logra… debe ser por ello que me gusta tanto Bali… nada unicolor me llama la atención. No es mucho lo que puedo decir me gusta de ésta ciudad… Hanoi, sin duda me pareció mucho más interesante y vibrante desde que llegué. Quizás las vibraciones de un lugar se compaginan con la tuya propia y eso es lo que hace que te guste uno más que el otro, porque si lo vemos con lupa, puede que Ho Chi Minh sea mejor, más organizada, donde están las embajadas, etc., pero su energía no va a mi ritmo, y su arquitectura no me dice nada. Sin embargo, ya saben, yo no me rindo así no más, hay cosas que toman tiempo para aparecer desnudas ante tus ojos.


Volviendo a mi historia, llegue al área de backpackers, y si ya todo era caótico, de pronto lo era ¡aún más!. Busqué por un rato un lugar que me alquilara una moto, y resulta que en Vietnam no te la alquilan sin que les dejes tu pasaporte… como extrañé mi isla, donde te la llevas sin ni siquiera pagar… “¿Mi pasaporte? ¡Pero se volvieron locos todos! Saben la de historias de esclavas sexuales que hay y todo por ¡dar su pasaporte!”, terminé contándole a un francés que trabajaba (o era el dueño – no lo se - ) en una de las últimas tiendas a las que entré tratando de conseguir lo inconseguible; él por supuesto se rió, y me explicó que mucha gente se iban con las motos y nunca más volvían y era por esto que ahora tenían esa póliza. Ni siquiera cargaba el pasaporte conmigo, que por cierto aquí me molesto en recomendarles, que jamás lo carguen encima, los llegan a robar y ya saben el dilema en el que se va a convertir su vacación.



Seguí mi vía, aburrida de haber sido timada, de que crean que yo los voy a timar y no me dejen rentar sin pasaporte, de no confiar en la humanidad como para quedarme sin el documento más importante de un viajero, y bueno, un montón de miedos contra un mundo a veces muy corrupto para vivir todos en armonía y en paz. Esperando por mi Uber de pronto un chico me empieza a gritar no se que, hasta que me doy cuenta que me está diciendo que me les una por una cerveza… en un sports bar, donde estaban viendo el fútbol… pobre santo, sin duda él “sabe” cómo conquistar mi corazón… jajaja, niego con la cabeza y sigo en mi teléfono pidiendo mi moto para llegar pronto a casa y tener tiempo de cambiarme para ir a cenar. De pronto un acento Irlandés (o eso creía) me habla casi al oído, “ ¿estás perdida?”; me asusta, y tengo que pasear mi cabeza de abajo hacia arriba muy alto para finalmente /llegar a su cara… sí, el muchacho del bar, su acento me hace mucha gracia, y más toda la carreta de cosas que me dice, especialmente cuando me sale con esto: “¿de dónde eres?” pregunta, “de Venezuela” le respondo”, a lo que contesta muy alegre, “ ¡ah que bien, esa bandera no la tengo!”… A ver, qué pensarían ustedes, a qué se refería… de inmediato le digo, “vaya aquí no perdemos tiempo”, le costó entender, pero al caer en cuenta a que me refería me dice “wow, aquí la que no pierde tiempo eres tú, yo me refería a que he viajado por muchos países de Sur América pero nunca por Venezuela, de hecho no conozco a nadie de allí…” Sí, se me cayo un poco la cara de la pena, pero a la vez me reí sin parar. El Irlandés terminó siendo Inglés, pero con el acento más raro que yo hubiese escuchado, es de Manchester. Me ofrece llevarme a mi casa, pero ya veo que tiene algunas cervezas en la cabeza y le digo que mejor no, me dice que mañana entonces, y le digo “ vale, mañana en la mañana para desayunar, así te veo sobrio ¡jajajaja!”, le doy mi Facebook, totalmente segura que ni se acordará de esto al día siguiente. Se despide de mí tomando mi mano y poniéndola en sus abdominales de lavadero, “mira, este six pack, no está a la venta”. Y ya no se si pegarle o no parar de reír… y finalmente cierra con broche de oro: “eres muy hermosa, yo te quiero sacar y yo pago”. Y a éste quien le dio clases de levantar, digo pa’ mandarle un sicario…. Me monto en el Uber moto, y salgo directo a casa. Al llegar, por fin me responde un chico para hacer un paseo por el Delta de Mekong, lugar que dicen es mágico, y es famoso por los mercados flotantes. Un paseo que de hacerlo sería en moto, bote y autobús. Intento cuadrar el viaje, preguntas van y vienen y parece que como todo en el día se queda un poco en el aire sin respuestas concretas.



Salgo corriendo ya tarde a mi cena, reserva que había hecho en la mañana cuando leí en mi Airbnb sobre un restaurante en la ciudad donde se come en total oscuridad. Por mucho tiempo había querido vivir ésta experiencia, y ahora se me presentaba la oportunidad de hacerlo a un cuarto del precio que en Miami ó LA. Llegué de nuevo en mi moto taxi, tarde y corriendo, había llamado pero al llegar el chico me dice que no encuentra mi reservación… Lo que me faltaba, algún planeta había de estar estar retrógrado. Veo alrededor, y hay unas chicas con antifaces puestos tratando de armar algo parecido a un rompecabezas. Vuelve el chico y todo está bien, sí soy recibida, y además tengo opciones de cena oriental, occidental, o vegetariana… pero en qué consiste el menú es una total sorpresa… en la oscuridad, y esto literalmente en todo el sentido de la palabra, hay que comer a ¡ciegas!. Llega mi segunda mesera, esta vez es una sordo muda, me saluda y me pone el antifaz y ya me empieza a dar a mi el pánico… eso es algo que se siente como ganas de vomitar, llorar, pegarle a alguien, no poder moverte pero querer salir corriendo.




El corazón a mil y en la garganta, y eso que lo único que llevaba era un antifaz que si quería me lo quitaba y se acababa la historia. No lo hice, arme mi rompecabezas, lentamente, sintiendo cada borde de la ficha y del tablero a donde debían ir, equivocándome con algunas y acertando con otras. Respiraba para que el pánico no tomara el control total de mí, y no entendía la real razón de mi angustia. En el minuto que puse la última ficha me quité el antifaz como si mi vida dependiera de ello. La chica al frente mío hizo lo mismo, ella también tenía miedo de no saber, de dejar el control, de depender, de lanzarse a algo tan desconocido. Llegó de nuevo el primer mesero para conducirme al cuarto donde tomaría mi cena, me explica que no veré nada, que mi mesero es ciego, pero que si habla y escucha, y que lo que sea le llame por su nombre que él me ayudará… yo solo pensaba “ ¿y si me da un ataque de pánico ahí adentro? ¿Y si me quemo con la sopa por no poder ver dónde está la boca? ¿Y si tengo que ir al baño?”. Yo no soy buena persona para dejar el control, para soltar el timón y dárselo así a otro sin más, pero aquí no había otra opción, él iba a ser mis ojos en esta aventura, porque él es capaz de ver de una manera que yo aún desconozco, y que es la única que servirá en esta experiencia. Pongo mis manos en sus hombros y me pregunta si estoy lista… digo que sí…pero no lo estaba. Me pregunta de dónde soy, le digo que de Venezuela, él sabe donde és, ha “visto” el Miss Universo…. Nos sigue la fama hasta en los ciegos. Comienzo a caminar por un laberinto donde no hay ni el más mínimo resplandor; no hay ninguna luz que me ayude a saber donde estoy, solo siento telas rozando mi piel, cortinas que dividen el lugar, imagino para que los meseros se puedan ubicar más fácilmente. Llegamos a la mesa, ó bueno, eso me dice él, coge mis manos y me hace tocar la silla y la mesa, para no terminar con el culete en el piso. Toma mis manos de nuevo y me ayuda a sentir dónde están los cubiertos y me pide que me ponga la servilleta en las piernas… aunque un babero es lo que te deberían de dar, porque dentro de poco mi camisa se enteraría de lo que es comer a ciegas.




En algún momento entre el camino y la mesa, y la historia del Miss Venezuela, comencé a llorar, calladita para que nadie se enterara, solo por el ruido podrían enterarse en este lugar… así que calladita me caían las lágrimas de miedo, de soltar, de dejarme llevar, de sentirme perdida, desvalida y sin forma alguna de poder tomar el timón de mi vida... al menos por una hora. Me acordé de esos momentos hace año y medio cuando lo único que había enfrente de mí era un túnel oscuro, sin saber cómo saldría de él, y si es que podría. Pero como entonces también comencé a trabajar en algo llamado certeza. Poco a poco, me entró la paz de tener la certeza de que no estaba sola, el mesero estaba ahí para mí, llegaba y me ayudaba, me daba la copa de vino y me ponía la mano sobre ella… ¿cómo es que el ciego veía en esta oscuridad y yo no? ¿Con qué ojos ven los ciegos entonces? Quizás por eso es que dicen que la fe es ciega… No lo se, pero esta experiencia me mostró que los ciegos ven, y a veces hasta más que los que creemos ver. Quizás no es a color, quizás no se parece a nuestro mundo en 3D, hermoso y ocupado de vida… pero sin duda, ¡ven!. Pensé mil veces que afortunada de mirar el verde cada mañana, qué terrible sería jamás volver a ver verde y azul y las caras de los que amas.


Poco a poco mi llanto se transformó en calma, tranquilidad y de pronto curiosidad. Oh sí, soy curiosa, y algo exhibicionista también; toda esta gente a mi alrededor que no saben de mi existencia porque no me pueden ver, y al estar sola no hablo con nadie, así que tampoco me pueden oír. Quizá dos mesas más allá había una señora inglesa que hablaba muy alto, y cerca de ella a mi derecha había otra pareja mucho más calladita. Era lo único que lograba distinguir. Me daba la sensación que la estación de los meseros estaba detrás mío, y quizás algo parecido a un bar a mi derecha, pero esto era solo mi diseño imaginario de un espacio oscuro que jamás vería, en donde lo único visible era una pequeña luz roja justo en frente mío. En mi delicioso anonimato pensé cómo sería estar aquí con tu pareja, y portarte muy, pero muy mal (ó bien) por debajo de la mesa… bueno, al fin y al cabo nadie te puede ver, sería muy divertido. De ese pensamiento nació uno posible para el actual momento… ¿y si me tocara aquí? … nadie puede verme, nadie lo sabría… Lo intenté por un momento pero me dio risa y pare… Me impresionaba lo sensible que estaba mi piel, lo mucho que sentía mis labios cuando saboreaba la comida sobre ellos, así que decidí acariciarme, a ver que se sentía; comencé por los brazos, el estómago, la cara, hasta llegar a los senos… los consentí, los pellizque, los masajee, y sin duda cuando te falta un sentido, ¡se avivan los otros!… No pasó de allí, fué un experimento, un juego que me parecía sensual y divertido.


Comí acercándome el plato a la boca después de tirarme el primer pedazo en la camisa, me senté como me dio la gana, me sentí de alguna manera libre de nuevo, dentro de la cárcel que puede ser la oscuridad. Saborear cada trozo de comida sin saber que era, es una muestra que tanto nos condiciona la vista y el conocimiento según nuestros gustos… Tratar de descifrar, una sopa miso, pulpo, pescado –¿cuál será?- ¡Asco! ¿qué es esto? Otro mordisco… “!ay no esto no me gusta!”… “helado de guanábana ¡que delicia!”.




Una hora transcurrió entre oscuridad, descifrar ingredientes, pensar perversidades, y probar sabores, hasta que llegó el momento de salir a la realidad. Ame ese primer momento de ver la luz de nuevo, y de tener todos mis sentidos vivos y activos. Nos sentaron a descubrir cada uno de los platos que habíamos degustado, cual fue mi sorpresa que el que no me comí es una de mis comidas favoritas, pato, y el que una chica se comió con gusto, una de las cosas que más odia, -u odiaba- ocra. Nos impresionó saber qué había estado en nuestra boca, y compartir experiencias con los otros comensales… claro no todas eran aptas para compartir… De pronto le comento al dueño del restaurante, quien nos está dando la explicación, que lo único que no me gusto fue esa luz roja justo al frente mío que me mataba… él dijo “ah sí, esa es una luz infra roja para que la cámara pueda ver que pasa en la sala por si hay una emergencia”… la luz que estaba justo al frente mío, eran los ojos que pensé no existían mientras como decimos en mi país, me “ ¡me metía mano!”… Yo me quería ¡morir!, trataba de leer en él si decía esto con algún trazo de “eshooo pequeñuela, te cogimos infraganti” ; pero no, él sólo seguía en la historia de la comida. Creo que me debo haber puesto roja o pálida, ó ambas a la vez, no estoy segura, pero le di gracias a Dios que irme de bruces me dio risa y decidí dejar esa parte del experimento para otro día… Consejo, si vas con la pareja y se te pasa la misma idea que a

mi, ya sabes, lo más probable es que haya una cámara.



Esto debe haber sido sin duda una de las experiencias sensoriales más interesantes de mi vida, para añadirla a mi esquizofrénico día que se pintaba de: confiar y no hacerlo, soltar y controlar, dejar ir y pararte firme; balance entre el ser y el estar, ceder y ser intuitiva hasta donde hacerlo. Que maravilloso es poder escribir las vivencias, porque las comienzas a entender con una luz diferente que cuando estás sumergida en ellas.


Mi segundo día comenzó temprano, y a las 6am el inglés me estaba escribiendo sobrio por Facebook para ir a desayunar, o cenar si podía. El chico del Delta me dio la noticia de que si podía tenerme un solo día, y mi anfitrión me contó que estos bicicleteros de bici-tuc están en extensión ya que a partir del año que viene los van a prohibir por lo riesgoso que es en calles llenas de motos y carros; así que Mr Kho quizás se quede sin su fuente de sobrevivencia… de pronto ya no me sentí tan mal… quizás Kho sólo trataba de conseguir un rayo de luz dentro de lo que tal vez mañana será su oscuridad. Y así otro día comenzaba a llenar otras páginas.



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