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La Adrenalina de vivir una marcha Venezolana, pero con la Fe en el cielo y la esperanza en las monta

  • Yajaira Véliz
  • Nov 29, 2017
  • 5 min read


Venezuela hoy día está en boca de muchos; pero para mi, hablar de mí país resulta complejo. En el transitar de 18 años se ha vuelto todo en un caos político, social, cultural y económico, donde vivir el día a día se convirtió en una gran odisea; sales de tu casa con la bendición de Dios, sin saber si regresas o no. Yo no soy de las que manda a la gente a hacer algo por el país, yo simplemente voy y hago lo que está en mis manos, y una de esas cosas es alzar mi voz en la calle, y marchar. A estas alturas de la historia de este país destruido, cada quien debe saber qué le está aportando y de qué manera. Marchar... ya no cabe el cuento de la camisita blanca y perfume, ahora le subieron el tono a la adrenalina; impotencia, tristeza y rabia se siente al salir a marchar y al recibir la represión de aquellos que deberían proteger a su gente, cuando además lo hacemos ¡Pacíficamente!


Uno de esos días de marcha desperté y salí de casa con mucha expectativa, pero sobre todo con mucha fe, sin ánimos de gritar, solo observar el comportamiento de mis hermanos venezolanos en la concentración y resultó un ejercicio bastante conmovedor, empezamos a marchar y la gente gritaba las consignas con una fuerza que le salía del fondo del alma, otras acompañaban a unas hermanas de la caridad “monjas” a rezar y cantar canciones de la iglesia católica, muchos jóvenes con máscaras, preparados para cuando el gobierno comenzará a reprimir a los manifestantes; situación que no entendía en su momento y seguía caminando. La gente tomaba fotos por doquier; a los malandros (delincuentes) que robaban celulares los mismos manifestantes los agarraban y le daban su merecido castigo, y bien se sabe que la violencia solo genera mas violencia. Todo sucedía muy rápido, un acontecimiento tras otro, sin dejar pasar por alto que entre tanto caminar no faltaban los vendedores ambulantes que aprovechan la mínima ocasión para hacer su dinerito y sobrevivir como lo hacemos todos.


Continuaba caminando sin detenerme porque mi intención era llegar al principio de la marcha y ver de cerca lo que pasaba a lo lejos, donde ya se hacía presente el humo blanco que venía de las bombas lacrimógenas lanzadas por la Guardia Nacional Bolivariana en contra de la manifestación pacífica. Aún así decidí arriesgarme y a medida que avanzaba me quedaba más sorprendida de ver como había tanta gente de la tercera edad manifestando por querer lograr lo que todos los venezolanos aclamamos “Democracia”. Yo me acerqué a los que pude y les pedía que retrocedieran porque estaban reprimiendo y no tenían protección para recibir las bombas, ni perdigones; claro nadie que marche pacíficamente va armado. Comencé a angustiarme porque sabía que no podía hacer mucho para ayudarlos, sólo les insistía para que se dieran vuelta y se cuidaran; y al final fueron ellos los que me dieron la fuerza para seguir caminando. Ya mi plan no era llegar al principio de la marcha, ahora lo importante era decirle a la mayoría de la gente desprotegida que lamentándolo mucho no teníamos cómo defendernos y yo no quería que se muriera un Venezolano más por culpa del nefasto gobierno.


Seguí mi marcha intentando resguardarme entre lágrimas que se mezclaban con el gas y la impotencia de tanta injusticia. Ver como nos reprimían, sólo por pedir libertad de expresión que es ¡nuestro derecho! en pocos segundos me hizo sentír mucha rabia pero sin perder la fé de que saldremos de ésta situación, de éste juego de supervivencia en el que nos han sumergido y seguí adelante. Sin saber ni cómo, llegué a pocos metros del inicio de la protesta y pude visualizar la guerra desmedida que tenía la Guardia Nacional Bolivariana en contra de los manifestantes, lanzaban bombas lacrimógenas y gas pimienta, sin importarles absolutamente nada ni nadie. El humo me alcanzó y me ví sumamente afectada, pero mi fuerza y las ganas de sentirme útil eran más grandes y como pude ayudé a mucha gente a ubicarse en un lugar medianamente seguro. A muchas otras que solo gritaban “Resistencia” y se negaban a marcharse les di Maalox y Bicarbonato, pero les repetía que la actitud correcta no era buscar al peligro, sino la unión de todos los Venezolanos a través de la oración, la oración tiene poder, muchos me ignoraban, otros se reían, pero algunos me apoyaban y con que uno me apoyara para mí era más que suficiente, como dice el dicho “de granito a granito, se llena la gallina el buche”.


Quizás entre tanta mezcla de emociones y euforia mi mensaje no les podía llegar en ese momento, pero poco a poco quizás les llegará, porque somos muchos los que hoy pensamos en que la palabra y los pensamientos pueden más que andar buscando la muerte en la calle, porque lo que hay allá afuera ya no se le puede denominar ¡PACIFISMO! No digo que abandonar la calle es un respuesta, claro que estoy de acuerdo con estar allí, pero ese ya no puede ser el campo de lucha de todos, porque no todos saben que hacer y terminan siendo una carga más que una ayuda. Ese día me quedé hasta las cinco de la tarde en la plaza Altamira, y en cuestión de segundos visualicé como un grupo de muchachos corrían muy rápido, me sumé a ellos pero dejé que la mayoría me pasaran y así poder resguardarme, ya que todos ellos iban preparados y yo no, me dispuse entonces a acercarme lo más que podía para ver qué sucedía sin ponerme en mucho peligro, y era que estaban matando (literalmente) a un ciudadano por haberle robado el celular a una persona. Mi impulso me llevó solo a levantar mi voz y pedir que lo dejaran tranquilo, que la idea no es hacer justicia por nuestras manos. Muchos me decían con mucho coraje: “…bueno y qué quieres? que nos sigan matando, robando, maltratando y humillando, porque los cuerpos de seguridad no están cumpliendo con su trabajo”... ¿y qué decir ante eso?.


Pero yo no estoy dispuesta a generar más violencia. El pueblo está sobrecargado de gritos, indignación, desesperanza, extrañamente mezclada con sobredosis de fe ¿cómo pueden las dos ir de la mano?. Vivimos en un país en completa zozobra, angustia, pobreza extrema, inseguridad, maldad, un país sin ley, sin medicamentos, donde la cura resulta más cara que la enfermedad, donde la vida no vale nada y me niego a que la gente de mi país se acostumbre a vivir así, me niego a acostumbrarme a hacerlo; por eso seguimos luchando en la calle, o desde cualquier trinchera, por rescatar a Venezuela del hueco donde se encuentra. Somos valientes, sé que podemos; el agua no rompe la piedra por su fuerza sino por su constancia.


Cada día es un comienzo. Trata a los demás como quisieras que lo hicieron con contigo, no culpes a los demás por pensar distinto, respeto es lo que debe prevalecer en cada uno de nosotros, no sé que te ha ocurrido, pero recuerda que cada uno está librando su propia batalla, solo por eso todos somos un ser valiente, no importa a quien apoyemos, si eres blanca, negra, católica, cristiana, santera, palera, alta, bajita, gorda o flaca, solo respeta, no olvides que el cambio empieza por ti, busca dentro de ti, allí tienes las mejores respuestas; el amor todo lo puede y a través del amor podemos lograr hacer lo imposible, posible.


Mientras siga en Venezuela seguiré aportando palabras de aliento, tratando de prevenir la violencia en sus múltiples manifestaciones, sé que nos falta poco… o eso espero… poco a poco venceremos, nos costará mucho tiempo levantar el país, pero nada es imposible y la Fé mueve montañas.


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