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Marruecos en Siete Pecados capitales

  • Sara Cantos
  • Dec 25, 2017
  • 4 min read

Yo no lo supe hasta algunos años después pero Marruecos fue el descubrimiento, el inicio, el origen, la primera etapa del largo camino hacia mí misma. Fue un viaje guiado por su gente, no por un libro de consejos turísticos sobre el país... un vuelo casi de última hora para escapar de una rutina asfixiante de obligaciones, sacrificios y comodidades en una época aún sin redes sociales.

No era consciente de que encaraba mi viaje iniciático recién cumplidos los 30. No estaba nerviosa, sólo cansada y malhumorada por haber dormido 3 horas. Cuando aterricé en Ouarzazate, a los pies de las montañas del Atlas y puerta de entrada al desierto, sólo supe decir: “Qué lugar tan árido, esto es la nada, para qué querías que viniera aquí? ”. Mi amiga Tere; mi hermana de vida, que llevaba allí dos semanas y venía emocionada a recogerme al aeropuerto, se quedó paralizada y ojiplática. Le había borrado la sonrisa de la cara en mi primer minuto en Marruecos. Os aseguro que no fui consciente… Dos horas después, mi mirada (del mundo) empezó a cambiar. Yo también cambié. Y de eso hace doce o trece años. Volví a Marruecos, varias veces y varios años. Creo que pronto volveré. Estoy en deuda. A Marruecos le debo el inicio del viaje a mi interior.


Muchas veces me he preguntado por qué la vida me concedió ese punto de inflexión y por qué fue en Marruecos. En lo primero, el momento concreto y las circunstancias tuvieron mucho que ver. Respecto a ‘por qué en Marruecos’, trataré de responderlas a través de los siete pecados capitales.


1-LUJURIA:

La lujuria son los pensamientos que, según la moral cristiana, se consideran “impuros” por su excesiva naturaleza sexual. Para mí, que despojo ese significado de todo atisbo de suciedad y connotación religiosa, la lujuria habita en los ojos del bereber. No he vuelto a encontrarme una mirada tan intensa y diferente como la de esos antiguos nómadas de las montañas del Atlas y el desierto de Marruecos. Intrigante pero transparente. Pura pero insinuante. Natural y hechizante. El turbante hace de escenario a los ojos oscuros y la piel canela curtida por el sol. El mismo sol que marca la forma de vida en las dunas del desierto de Merzouga. Apunten Merzouga en sus agendas para ir en algún momento de sus vidas. Dormir alguna noche en el desierto con el cielo to-tal-men-te estrellado es, simplemente, indescriptible. Y amanecer al día siguiente entre dunas enormes de arena rojiza, también. Simplemente, !háganlo!


2-GULA:

En esencia, la glotonería. El mejor zumo de naranja natural del mundo se toma en Marruecos y uno de los mejores Té también. El mejor cuscús, es evidente. También es muy típico el tajine (carne de ternera, cordero o pollo con verduras cocinado en un recipiente de barro que da nombre al plato) y la harira, una sopa espesa cargada de especias que la hacen principalmente en las zonas del interior. Hay quién dice que en Marruecos no se come regularmente bien. A mí me gusta mucho su gastronomía. Excepto el cerdo (son mayoritariamente musulmanes), todos los ingredientes de la pirámide alimenticia están presentes en la cocina marroquí. Yo disfruto especialmente con el cuscús, la pastela y las verduras. Para los seguidores del dulce (yo, yo, yo!), con las millefeuilles (milhojas) se me saltan las lágrimas.



3-AVARICIA:

Es el deseo de poseer bienes materiales y riquezas, y Marrakech es la ciudad indicada para pecar y comprar. La antigua ciudad imperial de Marruecos combina la fascinación de lo oriental con el glamour occidental. Es una ciudad antigua, exótica, cosmopolita y cool. La medina y la plaza de Jemaa El Fna son visitas obligadas. Al cruzar por una de las puertas de la muralla nos vamos varios siglos atrás. Recorrer el laberinto de puestos del zoco es un desafío para la cartera; no por inseguridad sino porque terminarás comprando ésto, y aquello y lo otro. A mí lo que más me gusta es el juego del regateo, que forma parte de su cultura, y en cierta forma de la mía ya que mis antepasados eran fenicios; lo vivo igual que ellos. Pero si te cansas de tanta oferta y demanda, tienes muchas terrazas chill out en la zona para relajarte tomando un té y fumando una narguile. Si tienen vista para ver la puesta de sol, mucho mejor. La avaricia te puede poseer las 24 horas del día en espectaculares restaurantes, lujosos hoteles y tiendas de ensueño; pero yo me quedo con el Marrakech tradicional y turístico. !Qué le vamos a hacer!


4-PEREZA:

Lo que te sucede cuando estás en un jeep por montañas perdidas donde no hay nadie y la tranquilidad y el contacto con la naturaleza es del 100%, allí te invade la pereza. Pereza de tener que irte de ese lugar. Y en Marruecos hay muchos rincones para sentir eso. Mi favorito atraviesa las montañas de Tinejdad y cruza las gargantas del Todra, el valle del Dades y el Valle de las Rosas.


5-IRA:

Si el autobús que tienes que coger a las 6 de la mañana en pleno invierno en el Kelat M’Gouna se retrasa, 1 hora, 2 horas, 3 horas, 4 horas… un día… te hará sentir ira; pero llegará pronto, inshala. Jajaja.


6-ENVIDIA:

Ese deseo de poseer lo que otras personas tienen, es lo menos que te puede suceder cuando ves los riad que muchos occidentales tienen en no pocas ciudades de Marruecos. Los riad son pequeños edificios que mantienen la estructura de las antiguas casas, y funcionan en muchos casos, como hotel. Tienen un patio central donde el agua siempre está presente; una bonita arquitectura árabe con aljibes y fuentes, muros decorados, muebles artesanos tallados en madera y colores delicadamente mezclados; una delicia para los sentidos. Son típicos en el norte. Me gustan mucho los de Asilah y Chaouen, dos pueblos blancos preciosos, el primero junto al mar y el segundo en el interior, bien comunicado e imperdible. (Vaya, que no te lo pierdas, ve y da envidia a todo el mundo a tu vuelta).


7-SOBERBIA:

La bravura del Atlántico, la majestuosidad de la cordillera del Atlas, las dunas infinitas del Sahara, la delicadeza de la primavera en el Valle de las Rosas, el color de los palmerales de Marrakech, el misterio del paisaje de adobe y kasbahs de Ouarzazate, la diversión del festival de música Gnawa de Essaouira… !Ahh... Marruecos puede ser muy soberbio!








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